Luis Riveros



Luis Riveros

La partida de Sebastián Piñera marcará un antes y un después en el transcurrir político chileno. Por una parte, porque se ha estado reponiendo el necesario respeto por el adversario e imponiendo el sentido profundo de un necesario diálogo republicano.

Fue a inscribir su candidatura a Presidente de la República en 1999 saliendo desde la Casa Central de la Universidad de Chile. En la ocasión venía desde el Instituto Nacional, pues había decidido iniciar la caminata hacia el SERVEL desde las dos instituciones públicas que le albergaron como estudiante.

La misión universitaria se puede condensar en lo esencial en el propósito de “crear y diseminar conocimiento”. Las distintas instituciones se preocupan de detallar los objetivos específicos y las audiencias a las que está dirigido su hacer académico.

Durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX, el país adoptó proyectos significativos que requirieron dos condiciones esenciales. La primera, una fundamentación razonada por parte del gobierno que debía, por definición, encarar situaciones con mirada amplia en términos del impacto en el tiempo.

Desde mediados del siglo XIX el debate sobre educación en Chile giró en torno a la controversia entre dos visiones: libertad de enseñanza o estado docente. Libertad de enseñanza, bandera agitada por los conservadores, no aludía a una posible “liberalización” dejando a la educación puramente en manos del mercado.

Los recientes resultados de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) ponen nuevamente de manifiesto el grave decaimiento de la educación pública.

Muchas veces las personas tenemos que salir de la apreciación puntual sobre los problemas contingentes, para elevarla a una consideración más amplia en un sentido temporal. Esta elevación de la mirada es propicia para abordar los temas más relevantes que nos afectan y tomar decisiones respecto a aquellos que consideramos más decisivos.

La situación económica de Chile está bastante complicada por decisiones equivocadas, decisiones no adoptadas y un ambiente complejo a nivel mundial.

Vivimos en una sociedad abiertamente dominada por el egoísmo y el materialismo individualista, en medio de un ingente proceso de globalización.

La ciudadanía debe pronunciarse en torno al proyecto de Constitución elaborado por la Convención Constitucional, elegida para dicho propósito.  Esa elección puso de manifiesto una voluntad ciudadana en torno al proceso en sí, el cual es aún cuestionado por algunos sectores debido a que el rechazo del anterior proyecto constitucional implicaba que no debía continuarse con una nueva etapa, como efectivamente ha sucedido.