El dato entregado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) ha dado que hablar: el IPC de junio 2025 registró una inesperada baja de −0,4 %, una de las caídas más pronunciadas en los últimos trimestres. Si bien a primera vista parece un avance hacia la estabilidad, la realidad exige un análisis más profundo: ¿es este un alivio estructural o un simple reflejo de factores transitorios?
Una inflación que retrocede debería traducirse, en teoría, en un mayor poder adquisitivo para los hogares. En particular, los adultos mayores —cuyo presupuesto depende en gran medida de sus pensiones reajustadas según IPC, ven en este retroceso una luz de esperanza. Sin embargo, cuando la inflación cae por efectos puntuales, como los descuentos del Cyber Day en productos no esenciales, el alivio es relativo. Los adultos mayores destinan buena parte de sus ingresos a medicamentos, alimentos y cuentas básicas. En esas áreas, el retroceso de precios no ha sido lo suficientemente contundente.
La caída de precios en vestuario y calzado (−5,9 %) parece positiva para el comercio minorista, especialmente en un mes con altas ventas online. Pero este repunte artificial, generado por liquidaciones y promociones, no implica necesariamente una recuperación estructural del consumo. Por el contrario, puede reflejar una estrategia de “descuentos forzados” para mover inventario ante una demanda débil. Es decir, el IPC cae, pero también lo hace el margen de ganancia, dejando al comercio más expuesto a la volatilidad.
Para los hogares más pobres, especialmente aquellos que destinan más del 50 % de sus ingresos a alimentos y servicios básicos, una inflación mensual negativa no siempre se traduce en tranquilidad. Los alimentos cayeron −0,9 %, pero el precio de los huevos, por ejemplo, subió casi 5 %. A eso se suma la amenaza de un alza en las cuentas eléctricas en julio, con un impacto proyectado cercano a +0,6 % en el IPC mensual. La sensación de alivio se esfuma rápidamente cuando los ítems más sensibles para la canasta de los sectores populares comienzan a encarecerse.
La pregunta de fondo sigue abierta: ¿entramos en una fase de desinflación duradera o estamos ante un “veranito de San Juan”? La respuesta está en cómo evolucione el IPC subyacente —que se mantuvo plano en junio y en si los ajustes tarifarios y salariales desatan nuevas presiones inflacionarias. El Banco Central, prudente, prevé una trayectoria de inflación a la baja, pero más lenta de lo que el ciudadano común esperaría.
Junio nos entrega una buena noticia, pero parcial. El IPC retrocede, sí, pero el alivio no ha llegado con la misma intensidad a todos los bolsillos. Para que la mejora sea estructural, no basta con un buen dato mensual: se requiere una política fiscal y monetaria coordinada, una contención real de precios en bienes esenciales, sobre todo, una política social que blinde a los más vulnerables de los vaivenes del mercado.
Dr. Francisco Javier González Puebla
Director Carreras Administración
CFT-IP Santo Tomas – Viña del Mar