Sr. Director,
En medio de la crisis de movilidad urbana y el auge del trabajo informal, hay un protagonista silencioso que recorre cada día las calles de Chile: la motocicleta.
Herramienta esencial para miles de chilenos -repartidores, técnicos, emprendedores y trabajadores independientes-, la moto ha sido clave para sortear las barreras del transporte público, adaptarse a horarios flexibles y generar ingresos en un contexto económico incierto. Sin embargo, sigue sin ser reconocida como un medio de transporte laboral estratégico.
Lejos de ser un lujo o un pasatiempo, la motocicleta representa para muchos una vía concreta de movilidad social y de sustento económico. Acorta tiempos de traslado, amplía el alcance territorial del trabajo y permite una mayor autonomía laboral. A pesar de su impacto, las políticas públicas siguen dándole la espalda: no hay incentivos, ni subsidios, ni una estrategia nacional que promueva su uso de manera segura, formal y eficiente. Lo que hay son estigmas, restricciones y normas que no se ajustan a la realidad.
Urge un cambio de enfoque. Incorporar la motocicleta a los planes de movilidad urbana, mejorar la infraestructura vial, ofrecer formación técnica y lanzar campañas informativas son pasos indispensables para construir una política más moderna, inclusiva y coherente con las necesidades del país.
Reconocer el valor de la motocicleta no es solo un acto de justicia: es una decisión estratégica. Porque detrás de cada moto hay una historia de esfuerzo, trabajo y resiliencia que merece apoyo, no marginación.
Cristián Reitze Campos,
Presidente Asociación Nacional de Importadores de Motocicletas (ANIM)