La violencia en Chile no comienza en la escuela. Según el Ministerio de la Mujer, una de cada tres mujeres sufre violencia intrafamiliar a lo largo de su vida. En paralelo, los colegios reportan un aumento del 58 % en denuncias por agresiones, acoso y maltrato en la última década. Y en 2023, 66 niños murieron en contextos violentos: 40 % a manos de conocidos, y 38,5 % en escenarios delictuales. La delincuencia, por su parte, representa un 3,4 % del PIB en costos sociales y económicos.
Estos datos no son hechos aislados. Son síntomas de una red de violencias que se interconectan y alimentan: lo que no se aborda en casa o en el barrio, llega a la sala de clases. Por eso, una política pública integral no puede limitarse al ámbito escolar: debe comenzar mucho antes.
Necesitamos Políticas Públicas que generen programas de Estado, no de gobierno; que articulen prevención en el hogar, barrios seguros, y apoyo psicosocial sostenido para estudiantes y familias. La escuela no puede ser la única barrera frente a un país fracturado por la desconfianza y la desigualdad. La respuesta debe ser comunitaria, con presencia del Estado en los territorios, educación emocional desde la infancia, intervención oportuna en casos de riesgo, y una cultura que repudie la violencia desde todos sus frentes.
No basta con cámaras, detectores de metal ni castigos. Se requiere una mirada que conecte el aula con la calle y la casa. Porque el silencio y la fragmentación solo perpetúan el ciclo.
Pablo Müller Ferrés
Director Magíster en Desarrollo Económico, Social y Políticas Públicas
Universidad Autónoma de Chile