​¿Y si el próximo gran líder no tiene MBA?

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Bernardita Mena



El buscar el “líder ideal” a veces es tan anticuado como buscar un mapa en papel en la era del GPS. Parte del mundo empresarial sigue aferrado a moldes que ya no encajan: ejecutivos con hojas de vida impecables, pergaminos enmarcados y una adicción insaciable al control. Pero el 2030 está a la vuelta de la esquina y los liderazgos que lo habitarán ya no responderán a esa lógica. Quienes no lo entiendan, quedarán fuera del juego.


No es que el conocimiento técnico haya dejado de importar, pero hoy la capacidad de liderar ya no se mide por la cantidad de diplomas colgados ni en presentaciones de PowerPoint perfectas -especialmente con el IA que lo “mejora todo”; sino se mide en algo mucho más intangible y escurridizo: la capacidad de adaptarse y conectar. De escuchar, de lidiar con ambigüedades. De liderar equipos híbridos, con talentos de cinco generaciones distintas, en culturas laborales que no existían previo a la pandemia.


Desde mi experiencia acompañando procesos de búsqueda ejecutiva y transformación organizacional he visto señales alentadoras. Cada vez más empresas valoran trayectorias no lineales, experiencias diversas y líderes con coraje. Se empieza a reconocer que la empatía, la humildad y la apertura son más que habilidades blandas: son competencias críticas para un entorno cambiante. Y se está entendiendo, con creciente claridad, que liderar hoy implica mucho más que tomar decisiones: significa sostener conversaciones difíciles, construir confianza en la incertidumbre y movilizar equipos hacia un propósito compartido.


El Foro Económico Mundial lo dijo claro: el 44% de las habilidades actuales se transformará en los próximos cinco años. Las organizaciones que ya están incorporando esta mirada son las que están mejor preparadas para lo que viene. Porque quienes sigan buscando respuestas con las herramientas de siempre, se quedarán atrás. El conocimiento técnico importa, sí. Pero más importa la capacidad de aprender, desaprender y sorprenderse. Han comprendido que no basta con adaptarse al cambio: hay que anticiparlo y provocarlo. El conocimiento per se ya es un tema secundario a la -cada más relevante- capacidad de sorprenderse y aprender.


¿Quién liderará en el 2030? Quien entienda que ya no se trata de ser perfecto, sino de ser profundamente humano. El futuro no necesita líderes impecables. Necesita líderes valientes, y si seguimos buscando el liderazgo en los lugares de siempre, con las herramientas de siempre, lo más probable es que no lo encontremos.


Es hora de dejar de medir el potencial por lo predecible. Y empezar a reconocer el valor de quienes han aprendido de la disrupción, de los errores y de la experiencia real. El liderazgo que viene no se construye con fórmulas, se construye con coraje.


Bernardita Mena, Managing Director en Stanton Chase Chile

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