Con expectación escuchamos, día a día, los nuevos aranceles impuestos por Trump, que se enmarcan dentro de la guerra comercial, que no son más que la segunda parte de las escaramuzas de su primer gobierno, y que tienen un trasfondo geopolítico, más allá de los aspectos tributarios.
En el marco del Día de la Liberación, el gobierno de Trump impuso aranceles a más de 185 países, desde un 10% universal a un 50%, destacando un 20% para la Unión Europea, y 34% a China, que se suma al 20% ya impuesto al gobierno de Xi Jinping y que al término de la redacción de este artículo alcanza un arancel total del 145% y respecto del resto de países, concedió una tregua de 90 días, en la medida que no hayan tomado represalías.
El déficit comercial de USA respecto de China alcanzó el año 2024 la cifra de 300.000 millones de dólares aproximadamente, siendo el record el año 2018 con un saldo negativo de 418.232 millones, lo que demuestra la dependencia con la manufactura china, en especial, productos electrónicos y maquinaria, que representan más del 50% del total importado.
Se anuncian como aranceles recíprocos, desde el momento que el país afectado puede implementar la misma medida en contra de las importaciones estadounidenses, pero la verdad es que en muchos casos no quedarán con respuesta, por razones de obviedad en el intercambio comercial, lo que se traduce en medidas unilaterales de USA, que afecta la institucionalidad de la OMC y los tratados de libre comercio.
Es del caso precisar que estos nuevos aranceles no solo afectarán las importaciones de productos terminados, sino que también la materia prima o insumos, y de allí que no sea claro si las medidas finalmente tendrán el efecto de potenciar la industria manufacturera o solo generarán un encarecimiento para los consumidores, quienes deberán pagar más por unas zapatillas Nike o una remera Gap.
La subida no incluye todos los bienes, ya que quedaron expresamente excluidos el cobre, hierro, aluminio, madera y piezas de vehículos, lo que explica en gran medida que no afectara a México y Canadá, y por el momento las exportaciones chilenas del metal rojo.
En el plano mundial ya se vislumbra una contracción del intercambio comercial entre el 1% y el 3% y en el ámbito local de USA, ya se anuncia una recesión por diversos bancos como JP Morgan (“There will be blood”), con un riesgo cercano al 60%, que finalmente afectará a toda la población que vive en dicho país y los coletazos evidentes para el resto de las economías.
Como en todo, también pueden surgir oportunidades de expansión para ciertos rubros o productos, como el salmón chileno si consideramos que, a Noruega principal productor, le impuso una tasa del 15% o a los vinos chilenos, si consideramos que los franceses o españoles, estarán gravados con un 20%.
Habrá que esperar si las bombas de aranceles impuestas por Trump cumplieron el objetivo de recuperar la industria de USA, o significó un dolor de cabeza para los consumidores estadounidenses, generando una recesión, menores pensiones por la afectación de la Bolsa y el encarecimiento de los bienes de consumo.
Miguel Brunaud Ramos
Profesor de Derecho Económico
Facultad de Derecho de la Universidad de Chile