​LarraínVial y el desafío de Reconstruir confianzas

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Gonzalo Jimeu0301nez




La noticia sacudió el mercado financiero local: LarrainVial, uno de los actores más importantes de gestión de inversiones en Chile, habría sido parte de un escándalo de gran magnitud. La formalización de ocho de sus ejecutivos en el contexto del bullado caso Factop —que involucra emisión de miles de facturas falsas y posibles actos de corrupción— no solo amenazan con dañar la reputación de la firma, sino también la confianza en el sistema financiero chileno.


Frente a esta crisis, se ha optado por un cambio total. En un hecho esencial, la gestora anunció el retorno de un histórico: José Miguel Barros, quien asumirá la presidencia del directorio de LarrainVial, tras la renuncia de sus cinco directores, incluyendo figuras clave como Andrea Larraín Soza y Sebastián Cereceda Silva, además del gerente general, que fue inmediatamente reemplazado por Juan Pablo Flores Vargas.


En lo inmediato, se abren innumerables preguntas respecto del rol que deberán cumplir los nuevos líderes de la gestora para reparar la cultura corporativa, que ignoró las señales internas de las irregularidades, reconocidas por el nuevo presidente, como “errores”. Y, más importante aún, ¿cómo podrá este nuevo directorio reconstruir la confianza, no solo dentro de la firma, sino de cara al sistema financiero chileno en su conjunto?


Los directorios de las empresas, y particularmente de aquellas que operan en mercados tan sensibles como el financiero, tienen una responsabilidad indelegable de velar por las buenas prácticas, transparencia y ética. No se trata solo de tomar decisiones estratégicas que favorezcan la rentabilidad, sino también de garantizar que esas decisiones se alineen con las normativas legales, los estándares éticos de la industria y los valores corporativos que identifican su quehacer.


En el caso de LarrainVial, las implicancias del escándalo son de tal magnitud que no puede haber margen de error en la toma de decisiones. El mercado está expectante de nuevas señales. El directorio deberá asumir una responsabilidad aún mayor, dada la gravedad de cargos que recaen sobre los ejecutivos de la firma y la implicancia de su gestión en el entramado de presunta corrupción que hoy se investiga.


El hecho de que el nuevo directorio haya optado por José Miguel Barros, reconocido ampliamente como intachable, no puede interpretarse como un simple movimiento estratégico para apaciguar las aguas. La situación requiere algo mucho más profundo: una reflexión seria sobre las prácticas empresariales que condujeron a este escándalo y, más importante, la implementación de una institucionalidad, léase gobernabilidad, que asegure que este tipo de situaciones no se repitan.


No se trata de intentar dar vuelta la página, procurando restablecer la calma en el mercado con una renovación de la alta dirección. El caso Factop habría expuesto fallas estructurales graves en los sistemas de control y supervisión interna de la empresa y esa es precisamente la tarea más urgente que tiene este nuevo directorio: poner en marcha medidas correctivas que demuestren un compromiso real con las buenas prácticas y la transparencia.


Una auditoría externa de carácter forense, imparcial y rigurosa que no solo revise las operaciones y decisiones que llevaron a la emisión de las facturas falsas, sino que también evalúe el “tone at the top”: la cultura interna de la firma, cómo se concilia su reconocida orientación a resultados con el respeto del marco valórico corporativo, podría ayudar a identificar los vacíos, los excesos y qué y dónde fallaron.


También es necesario implementar una serie de reformas de procesos de supervisión y control. La creación de un comité de ética autónomo e independiente que se encargue de monitorear los posibles conflictos de interés, la implementación de protocolos más estrictos de prevención de lavado de activos y capacitación continua en ética empresarial para todos los niveles de la firma son pasos fundamentales. Además, los sistemas de compliance deben ser reforzados, con un énfasis particular en la detección temprana de irregularidades.


Pero lo más importante es la necesidad de liderazgo. La comunicación con los inversionistas, con los reguladores y, por supuesto, con la sociedad, debe ser clara, constante y transparente. El nuevo directorio no puede permitirse caer en la tentación de abstraerse, atenuar o negar la gravedad de lo ocurrido.


Por eso, el desafío que enfrenta el nuevo directorio de LarrainVial no es solo sobre cómo restaurar la reputación de la firma, sino contribuir a la mejora global del mercado financiero en Chile. Momento crucial para que la industria se reevalúe y apueste por cambios estructurales profundos.


El proceso de restauración de la confianza será largo y exigente. Implica asumir la responsabilidad de lo ocurrido, reconocer errores y fallas estructurales, y tomar decisiones valientes de cara al futuro. La sociedad chilena y los inversionistas están observando, y no perdonarán negligencia, ni complacencia.


El nuevo directorio de LarrainVial tiene la oportunidad de demostrar que la legitimidad trasciende la legalidad.


Gonzalo Jiménez Seminario

Presidente de Proteus Management & Governance

Profesor Adjunto Ingeniería UC

Director de Empresas Familiares

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