Ni tan cerca que te quemes, ni tan lejos que te hieles. Esa frase del Siglo de Oro español puede servimos de pórtico para una perspectiva de las relaciones con Trump post victoria. Como dijimos anteriormente a la elección, era probable que Trump ganara porque el voto republicano resulta siempre subvalorado en las encuestas, por la inflación de expectativas emanadas desde Hollywood y sus estrellas (reflejada en la cobertura de medios y redes sociales), y porque la épica impuesta por Harris a su campaña, frente al precipicio de la opción Biden, cubrió la cobertura noticiosa, y hasta arrancó excéntricos ataques de patriotismo de la candidata demócrata a última hora. Por otro lado, la ideología identitaria que llevó a la creencia que las mujeres votan por el aborto o que los "hispanos" o "latinos" lo harían por antagonismo racial frente al predominio anglosajon, fueron desmentidos en sendos rechazos estaduales a proyectos de aborto y en el rpedominio republicano en el Senado y Camara de Representantes. Y sobre los hispanos, resulta que hace rato sintonizan con los republicanos y no solo los cubanos y venezolanos de Miami. A mayor abundamiento el nuevo senador Bernie Moreno es un ejecutivo hijo de un físico colombiano, y el voto masculino de descendientes de mexicanos también es claro frente al tema de la inmigración descontrolada, y no como creyeron los demócratas que estaban por un ingreso libre a Estados Unidos.
Dicho esto, se puede profundizar en sus consecuencias de sus relaciones con Chile. Primero que nada no hay que olvidar que ya Piñera tuvo un inicio áspero cuando criticó a Trump en plena campaña electoral la primera vez, haciendo ver su simpatía con la candidata demócrata. Las relaciones fueron frías, pero no hostiles, aunque se le reprochó su viaje a China Popular. Piñera se apoyó en Boris Johnson y zafó de un enfrentamiento con Trump. Distinto es el caso del presidente Boric que ha manifestado una y otra vez su cercanía con los demócratas, dada su sintonía -legítima- con esa perspectiva.
Si en algo coinciden los empresarios y la izquierda chilena es que habrá consecuencias, no necesariamente catastróficas, sino físicas. Trump no es neoliberal, sino proteccionista. Eso significa restricciones a los intercambios económicos donde China sea socio. También será el fin de la visa Weiber, cuestionada por los republicanos por la exportación de la delincuencia chilena a Estados Unidos. La guerra de aranceles con China , presionando con nuevas sobretasas, afectará a China y su compra de cobre a Chile. Por eso el IPSA cayó 6600 puntos, "el peor rendimiento a nivel mundial" como se ha dicho, inmediatamente tras la victoria de Trump. Milei, el presidente argentino, es un aliado -y así lo reconoce Trump- de sus horas más oscuras, y eso tendrá un lazo más evidente con Buenos Aires, y algún reacomodo geopolítico habrá con tan poderoso aliado, sobre todo con el problema de la base china en el sur de Argentina y el acceso a la Antártida.
Desde luego, hay que optar por la estrategia Piñera, esa de la menor interlocución posible con Trump, y bajar a niveles menores. Pero, me atrevo a decir, nada personal, que tendrá que modificarse para el segundo tiempo de Trump al embajador en Washington, gran conocedor de Estados Unidos, pero también muy cercano a los demócratas, ya que ese tipo de personal debe de algún modo, incluso protocolar, empatizar con la nueva administraciòn.
Chile, con Boric, seamos justos, no ha sido hostil a Estados Unidos. Mantiene sus relaciones de seguridad y defensa estables y normales, ha condenado la invasión de Ucrania, y la de Gaza (dónde si hay discrepancias profundas). Seguramente Trump en su estilo negociador hostil, tironeaba las relaciones de seguridad y defensa en nombre de la confianza mutua, como lo ha hecho por lo demás con muchos de sus aliados geopolíticos como -nada menos- Japón, la Unión Europea, la NATO y Corea del Sur. Es probable que el fin de la guerra de Ucrania esté cercano, con una negociación que congregue a Trump y Putin, y satisfaga también el cansancio occidental, pero dejará la huella que los países pueden modificar sus fronteras por políticas expansionistas. Trump mejorará las relaciones con Rusia y empeoran con China Popular, exactamente el revés de Chile con esos dos países. Seguramente las relaciones con Irán, que han pasado sin ningún sobresalto mutuo, empezaran a ser un papa caliente para Santiago en un futuro cercano. Así observamos dos trayectorias personales y de política exterior exactamente divergentes, que además se contaminan con la cercanía de Boric a políticas identitarias que los republicanos combaten. Un país periférico no se puede permitir tener enfrentamientos que no puede ganar con superpotencias -ni China, ni Estados Unidos-, pero puede manejar los desfases ideológicos con ejercicios pragmáticos y la importancia de Chile en la geopolìtica austral y en que, pese a todo, no se suma a un bloque anti occidental, ni por razones ideológicas anti imperialistas ( que reverdecerán en Chile con el triunfo de Trump), ni porque los valores fundacionales del paìs se encuentran en su ligazón con Europa,la de antes y la de hoy. Mientras tanto, Estados Unidos seguirá ahí como referente y se verá en un siguiente mandato que rumbo toma. Y América Latina se torna impredecible y oportunista con un Donald Trump impetuoso. Eso ya lo sabemos.
Cristian Garay Vera
Instituto de Estudios Avanzados
Universidad de Santiago de Chile