Escándalos destructivos

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Luis Riveros

Nuestro país vive días de una alta y creciente tensión que se suma a un ambiente de incertidumbre sobre las reales capacidades de quienes están a cargo de las decisiones fundamentales en la república. Es ya un lugar común el referirse al temor que desata la delincuencia a lo largo del país, con grupos y pandillas que parecen apoderarse de segmentos geográficos y poblacionales, por medio de acciones de increíble crueldad. Diariamente nos enteramos de asesinatos y balaceras en distintas partes de Chile, y las noticias sobre acuchillamientos y muerte por armas de fuego se han hecho costumbre y casi ya no constituyen novedad. Ciudadanos modestos, personas de la tercera edad, trabajadores de distintos ámbitos son todos indistintamente víctimas potenciales de estos verdaderos atentados contra la paz que todos anhelamos. Hay relatos estremecedores sobre asaltos a viviendas, portonazos, encerronas y robos a todo tipo de personas. Más allá de que los medios relaten estos hechos y proyecten la situación de inseguridad que prevalece, la verdad es que existe fundado temor y eso mantiene a la población en alerta, siendo eso una fuente de inusual tensión y temor. Chile no era esto, y eso crea una sensación de desamparo que parece afectar más que nada a la clase media y a los más pobres de Chile.


Pero ahora se suma otro hecho gravísimo que se suma al ambiente de incertidumbre e indefensión que vive la ciudadanía. El funcionario a cargo de la seguridad del país en su calidad de Subsecretario del Interior se encuentra acusado, y será probablemente procesado, por un gravísimo delito. Más allá de las especulaciones que se formulan sobre este caso y la gran cantidad de aspectos circundantes a los hechos y la acusación existente, el tema es que esto resta credibilidad a la autoridad en términos generales, y causa en el ciudadano medio una consternada desilusión. Pero, además, las explicaciones que han surgido de la propia autoridad de gobierno sobre el caso, tratando de dar cuenta sobre las distintas versiones y aristas que han rodeado al hecho, han cooperado más bien a profundizar la verdadera consternación ciudadana que prevalece. Todo ha contribuido a restar credibilidad a la autoridad, y a acrecentar el panorama de incertidumbre, el cual se marca además por las afirmaciones sobre un eventual trato favorecedor para el caso en comento del punto de vista de su trámite judicial.


Todo esto se suma a la existencia de otros problemas que afectan a nuestro país, como el ritmo lento que ha adquirido la economía y la recuperación del mercado laboral, cosa que mantiene bajo el poder adquisitivo de las familias, y mantiene además en un acuciante déficit, entre otros, a los servicios de salud. Además, los casos asociados a acusaciones que involucrarían a ex autoridades del anterior gobierno, se suman a este escenario de confusión y desconfianza. Todo contribuye al estado de verdadera depresión que vive la población, y sobre el cual no hay declaraciones que puedan favorecer una normalización de la vida ciudadana. Sin lugar a dudas esto se reflejará en el proceso electoral que se acerca, como lo anticipa una serie de estudios de los politólogos sobre el efecto de los “escándalos públicos” y el eventual voto de castigo. Como los problemas han sido “transversales”, no es claro hacia que lado apuntará el efecto en el espíritu ciudadano. Como sea, vivimos tiempos difíciles, en gran medida anormales, y presagian mayor inestabilidad en la medida en que no seamos capaces de recobrar el espíritu republicano, hoy ausente en la mayor parte de los liderazgos políticos.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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