El pasado 8 de julio el Presidente de El Salvador, Nayib Bukele, advirtió al comercio acerca de la escalada de precios de alimentos. En su cuenta de Instagram escribió: “El libre mercado es un sistema en el cual los precios de bienes y servicios son regulados por la oferta y la demanda, y la competencia impulsa la mejora de la calidad y la reducción de precios.
Pero actividades como la formación de cárteles, la evasión de impuestos, el soborno y el contrabando son delitos que deben ser castigados, ya que distorsionan el funcionamiento del mercado. A todos los importadores, mayoristas, distribuidores y comercializadores:
Bajen los precios de la comida o habrá problemas”. Una frase que parafraseó su advertencia de 2019 a las maras –pandillas criminales- para referirse a los comerciantes indicando que la situación no daba más y que esperaba que la otra semana estuvieran normalizados. "algunos de estos abusos solo pueden recaer en ellos multas o sanciones administrativas", pero ha advertido de que "ellos saben que están también fichados por evasión fiscal, por sobornos, por pasar alimentos en contrabando, por meter alimentos en puntos no fronterizos, sino que, en puntos ciegos, por sobornar a gente de aduanas, por declaraciones falsas".
Esta intervención tan directa, equiparando esas alzas de precios a actividades criminales, se insertan dentro del comportamiento clásico del populismo. Chávez en su época decretaba por alocuciones radiales mantención de precios provocando la crisis de los comerciantes, al devaluar y mantener el valor nominal no reajustado. La consecuencia fue la quiebra masiva del comercio, la imposibilidad de reponer los stocks de mercaderías y procesos acelerados de depreciación monetaria y por tanto de inflación.
Llega en un momento donde su proyecto de economía virtual –criptomonedas- no ha resultado mayormente, y en que hay acusaciones de confabulación con el pandillero Elmer Canales de la Mara Salvatrucha, según fuentes estadounidenses, para negociar con las pandillas. Si bien estas últimas parecen inverosímiles, la otra parte, el populismo en la economía, tiene aristas negativas. Es una vieja práctica regional identificar enemigos de clase o del país. Esta vez son los comerciantes. Pero, una economía dirigida a dedo no soporta la desconfianza del consumidor, y el mercado podrá salir del interior de un país, pero no en el sistema económico internacional, lo que significa empobrecimiento a la larga y se correlaciona con enclaustramiento político y regional.
El populismo como modelo político alude a las necesidades sin reconocer la autonomía de la ciencia económica. América Latina está llena de ejemplos de este tipo, como la primera presidencia de Alan García o Venezuela bajo Chávez y Maduro. Es indudable que este giro de atención hacia un tema de política diaria sea suscitado por estas dificultades transitorias de su agenda política, pero dice algo respecto de la naturaleza inmediatista y discrecional de su autoridad.
Estando fuera de dudas que alcanzó objetivos de orden y seguridad que son destacables, ahora hay que ver si su formulación económica pueda dar muestras de viabilidad. Bukele que proviene de la antigua izquierda salvadoreña, propicia un cierto apego a formulaciones económicas ultra liberal, pero también es un aliado político de Rusia y China Popular. Es su relación con esta última la más significativa en términos de intercambio, y autoritarismo y capitalismo parece ser la receta de Bukele, pero en esta ocasión parece más cercana a tantos gobernantes que pretendieron encerrar la economía en su botella, aunque el genio siguiera rondando por el alrededor.
Cristian Garay Vera,
Instituto de Estudios Avanzados
USACH