Una revolución educativa

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Luis Riveros

Se inicia un nuevo año académico, en medio de saludos de bienvenida, de actos preparatorios y de un entusiasmo que revive en las familias los similares procesos acaecidos a través de distintas generaciones. Pero hemos de reconocer que, en medio de la alegría de la vuelta a clases, continúa reinando una seria preocupación por la situación que rodea a nuestra educación. Es cierto que se han hecho muchos progresos en cuanto a mejorar las condiciones en que operan los procesos educativos: mejores instalaciones, mejor dotación de recursos de apoyo, mejores sistemas de control de la gestión a nivel del sistema escolar. Pero algo está fallando, sin lugar a dudas, en términos de la definición del proyecto educativo a nivel de país, puesto que no nos sentimos conformes con la formación que adquieren nuestros niños y jóvenes en el sistema escolar. Por ejemplo, no se está superando el serio problema de analfabetismo funcional que nos aqueja, y que llega hasta la educación superior, como una falla sistémica imbuida en las nuevas generaciones de estudiantes. Y también, la débil formación en análisis lógico y en las matemáticas elementales, de manera que el primer año universitario no sea un complejo proceso que fuerza una puesta al día. Pero lo más grave, es la falta de formación en valores, en el poco desarrollo de una conducta solidaria en que la colaboración sea el complemento efectivo de la natural competencia. Por el contrario, presenciamos un desarrollo educativo cargado de violencia verbal y física, de escasa comunicación entre los alumnos y de éstos con el profesor, de una perniciosa intolerancia. Todos estos problemas requieren de una acuciosa revisión de contenidos y estrategias educativas, la cual debe emprender bajo la mirada de país, del necesario rol del Estado y en una perspectiva de plazos que vaya más allá de la contingencia.


Aquí adquiere una relevancia extrema el problema de la formación de profesores. Hay que reconocer que permanecen competencias faltantes, especialmente para lograr encauzar la enseñanza que se entrega en función de los grandes retos que debe abordar un currículo de cursos reformado. Que no se crea que se trata de introducir más cursos con profesores que repitan contenidos mecánicamente, así agotando el tiempo que se emplea en el aula. Se trata de cambiar la estrategia de enseñanza, de crear condiciones para motivar adecuadamente y para focalizar la entrega de contenidos en un contexto transversal.. Hay que volver a hacer atractiva la educación como una actividad que emprenden nuestros niños y jóvenes con perspectiva de realización personal y colectiva. Las tasas de abandono en el sistema, la existencia de colegios públicos que se han ido despoblando de estudiantes y la insuficiencia de la educación preescolar, todo ello pone de relieve que la educación ha pasado a ser más bien un formalismo antes que una actividad generadora de riqueza intelectual y moral y facilitadora de una mejor calidad de vida futura. La formación pedagógica debe volver a ser diseñada como un instrumento estratégico en pos de un mejor desarrollo humano, logrado a través de una significativa vinculación con el conocimiento nuevo y su ritmo de cambio.


El país abordó la formación de profesores con singular éxito durante más de un siglo, a través de la Escuelas Normales. Destruidas éstas por el cortoplacismo y por la mirada política sectaria, no ha existido un sistema que las reemplace del punto de vista de seleccionar vocaciones y desarrollar agudas competencias humanas para liderar la entrega de conocimiento y competencias. Abordar este problema, conjuntamente con el diseño curricular que debe revisarse intensamente en un contexto de país, necesita una perspectiva de tiempo que no es la que abunda en el diseño de las políticas. Necesitamos revolucionar nuestra educación, más allá de los aspectos financieros y presupuestarios como ha sido el foco de las “reformas” en los últimos años, esperando que en un plazo no menor 12 años podamos observar mejores resultados. Ese sería un gran triunfo para el país, más allá de banderías y de los inútiles debates ideológicos.


Prof. Luis A Riveros

Universidad Central

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