Inseguridad

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Luis Riveros

Ha llamado la atención la divulgación de una reciente estadística comparativa que ubica a Chile como el país en que sus habitantes manifiestan más temor frente a la delincuencia. Frente a esto, hay quienes sostienen que, al no ser Chile necesariamente el país con mayor incidencia de hechos de violencia y delitos contra las personas y la propiedad, esta estadística reflejaría solamente la influencia de la información sobre acciones delictuales que es divulgada por TV y otros medios de comunicación. Es decir, este tipo de afirmación tiende a negar la gravedad de los hechos que las personas sienten como una amenaza contra su persona, la familia y la propiedad. Prevalecería, en esta visión, una cierta actitud intencionada (y por cierto coordinada) de los medios de comunicación en torno a magnificar la incidencia de estos hechos, posiblemente debido a objetivos políticos o de otro orden.


Distinta es la sensación que queda cuando se examina la extraordinaria tasa de aumento de las acciones delictuales, incluyendo portonazos, robos, asaltos organizados a tiendas y malls, crímenes de todo tipo, enfrentamientos violentos incluyendo balaceras en que mueren personas inocentes, incluso niños. Ciertamente lo que más ha impactado a la ciudadanía es la alarmante cifra que evidencia el crimen de todo tipo en nuestro país. Todos tenemos evidencia directa de familiares, amigos, vecinos o colegas que han sido víctimas ellos o sus familias de hechos delictuales que adquieren distinta connotación de gravedad. Más allá de las estadísticas y de las informaciones que destacan los medios, hay una sensación de inseguridad que cunde significativamente a lo largo del país, y que lleva a la gente, producto de su propia evaluación, a una situación de temor e indefensión. El tema es que la delincuencia ha crecido significativamente, y junto con eso existe la sensación de que los organismos policiales se hacen insuficientes máxime cuando no se les empodera adecuadamente y los recursos muchas veces escasean para poder controlar el delito. La ciudadanía es presa de alarma, porque advierte en su entorno la incidencia grave de acciones delictuales que tampoco tienen adecuado castigo por parte de la justicia, que muchas veces parece cumplir con sólo una formalidad pero que no colabora a combatir el problema de fondo al instaurar penas muy mínimas frente a delitos percibidos como graves. Por todas estas razones, es cierto que el ciudadano chileno medio vive atemorizado, muchas veces encerrado en su casa, y sin posibilidades de utilizar plenamente las opciones de distracción que le ofrece el medio urbano. En distintas regiones y comunas del país la situación es similar, siendo el denominador común el negativo cambio que abruptamente afecta la calidad de vida que en este respecto ha experimentado la nación chilena.


Por desgracia este cambio tan violento que ha degradado nuestra calidad de vida, se asocia a la gigantesca ola de inmigración ilegal que ha inundado a Chile. Hay ciudades y regiones, especialmente en el norte del país, que están viviendo una situación caótica y una amenaza fundamental para la seguridad y la calidad de vida. Se percibe una situación descontrolada, hasta con sistemas de transporte que conducen a los inmigrantes irregulares al centro del país. Desde hace mucho estas situaciones no han sido explicadas ante la ciudadanía que recibe reportes periodísticos a veces muy parciales, acentuando la situación de incertidumbre. Bandas organizadas se encubren también tras el rostro de una inmigración necesitada pero irregular. El descontrol está llevando a una verdadera situación de enfrentamiento por parte de una ciudadanía angustiada por las vinculaciones de la inmigración con el aumento del delito, y por el deterioro de calidad de vida en ciudades hoy día dominadas por comercio ilegal y descontrolado, y por instalaciones de viviendas improvisadas que se han ido convirtiendo, incluso a pasos de La Moneda, en situaciones permanentes. La conexión de todo esto con el crimen organizado y el narcotráfico también está en la información que no domina la ciudadanía, pero sufre a diario las consecuencias.


La autoridad debe sincerar la información disponible sobre estas materias, especialmente cuando los hechos delictuales marcan el diario vivir de Chile. Las señales de combate al crimen deben ser firmes y más allá de los discursos protocolares. En esto no ha ayudado el indulto otorgado a un grupo de delincuentes porque así se ha restado consistencia a los anuncios formulados en materia de perseguir el delito en cualquier circunstancia. Más allá, es fundamental detener la inmigración ilegal, controlar firmemente la expansión del narcotráfico, empoderar efectivamente a las policías y requerir la firmeza necesaria en las decisiones judiciales. Todo esto requiere de una administración con adecuados talentos y comprometida con la seguridad de los habitantes de Chile.


Prof. Luis A. Riveros

Universidad Central

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