¿Feliz 2023?

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Luis Riveros

El deber primero de una autoridad de país es la de proveer certidumbre y confianza en la ciudadanía y todos los actores relevantes. Es oportuno recordar esto cuando se inicia un nuevo año, que en nuestras tradiciones se transforma en un hito en materia de oportunidades y desafíos concernientes al progreso y la unidad del país. Y es ciertamente un asunto vital hoy en día porque el país necesita recuperar el sentimiento de unidad nacional que, cuando se ha extraviado, augura momentos amargos y soluciones llenas de contradicciones y resentimientos. El país merece la calma que se necesita para progresar, y para asegurar a todos sus habitantes la certidumbre necesaria para una plena realización humana.

No es eso lo que estamos experimentando. Por un lado, sufrimos las consecuencias de una difícil situación económica, que se irá profundizando en los próximos meses debido a menor crecimiento, mayor desempleo y una más notoria inestabilidad. La autoridad parece hacer lo posible por profundizar este preocupante panorama. No se observa un plan económico para la recuperación, o al menos para aminorar el efecto económico y social de la crisis. Por el contrario, se escucha de más impuestos y de reformas estructurales, como las postuladas en materia de pensiones, que en nada contribuyen a mejorar la incertidumbre ciudadana. Lo que es más, a sabiendas que hay muchos factores que han acrecentado la inseguridad que afecta la inversión, se ha preferido ahondar en medidas que fomentan un ambiente poco propicio para estimular la creación de nuevo capital, lo cual debiera fundar la recuperación al año 2024. Se está induciendo la proyección de la crisis vigente en 2023 hacia el año venidero.

Al mismo tiempo, la población experimenta temor por la situación de delincuencia e inseguridad que prima en todas partes. Prevalece una inmigración descontrolada; debilidad de la justicia, que muchas veces parece favorecer a los delincuentes y no a sus víctimas; un narcotráfico que ha penetrado profundamente en nuestra sociedad; y un terrorismo que disimulas sus acciones bajo un disfraz de reivindicaciones. Todo ello auspicia un temor que cunde en la población y que hace perder credibilidad a los sistemas policiales y judiciales. A sabiendas que esto está ocurriendo, la autoridad decide otorgar indulto a delincuentes cuyo accionar constituye un ejemplo de destrucción, anarquismo y violencia, y en cuyos fundamentos se ha incurrido en grave transgresión de la independencia del poder judicial. Con todo esto se profundiza el sentimiento social de abandono por parte de la autoridad, y de retroceso en función de los objetivos esgrimidos de paz y equidad.

Pero lo más grave es que los abandonos estructurales más sensible para la ciudadanía, se refieren a educación y salud. En ambos casos, no predominan los anuncios de medidas que tiendan a instalar la idea de calidad y seguridad. La educación pública sigue brindando un servicio mediocre frente a los retos gigantescos que tenemos hacia el futuro. Predominan el abandono del sistema y la alta inasistencia, junto con una ineficacia gigantesca en materia de resultados y de calidad, en general. A ello se suma el espectáculo impresentable de filas de padres y madres que desde la madrugada aspiran a ser atendidos en sus demandas por matrícula. En salud, predominan interminables listas de espera que no han podido enfrentarse proactivamente, y la ciudadanía experimenta desesperanza y dolor ante la falta de atención oportuna y crisis recurrente de medios adecuados. Los anuncios no se hacen presente en este terreno tan vital para la vida diaria de los chilenos. Problemas que vienen de hace mucho, se dirá, pero que necesitan ser solucionados con renovado ánimo solidario y ejecutivo.

Algunos dirán: no importa, porque caminaremos hacia una nueva Constitución Política. Nadie sabe si acaso eso resolverá los problemas que se aluden y que marca la marcha hacia el futuro en medio de crisis económica, crisis de seguridad y crisis de los servicios sociales. Si la discusión parlamentaria y las iniciativas de gobierno no se hacen presente para abordar estas fuentes de descontento, poco se podrá esperar de dicho proceso. Solamente podremos desear que el año que comienza tenga efectos negativos no tan profundos y duraderos como muchos temen que sean. El año 2023 insinúa más interrogantes que seguridad en el futuro.


Prof. Luis A. Riveros

europapress