Seis plagas sobre Chile

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Luis Riveros

La sociedad chilena sufre profundos marasmos que afectan la vida diaria y que no encuentran suficiente atención por parte de la política pública. Es cierto que las medidas potenciales en materia de decisiones públicas no tendrían resultados instantáneos, y muchas veces no evidenciarían mejoras en la dirección deseada. Pero al menos la discusión de tales posibles medidas, inspiradas en una mirada de sociedad y capaz de crear consensos, podría ser suficiente señal para generar un ánimo de encuentro nacional y una perspectiva de solidaridad que hoy día se ha perdido. Son al menos seis los temas en que la sociedad chilena está sintiendo el embate de problemas significativos que amenazan con disolverla progresivamente: delincuencia e inseguridad, inmigración descontrolada, narcotráfico, crisis económica profunda y creciente, servicios sociales insatisfactorios, y una preocupante crisis valórica y moral. Si estos problemas fueran al menos discutidos en las instancias decisionales de la república, podría ser una positiva señal de preocupación. Pero lo que se escucha por parte de autoridades y actores políticos son frases declaratorias, anuncios insustanciales y silencios sostenidos, además de justificaciones poco solventes como “esto siempre ha sido así”. La insatisfacción ciudadana está creciendo, porque ni siquiera se perciben señales ejecutivas de atención a estos problemas que presagian inestabilidad y renovadas amenazas.

Lo que enfrentamos es un conjunto de problemas que se entrelazan y determinan mutuamente, alimentando nuevas inquietudes en la ciudadanía. La crecida delincuencia se asocia estrechamente a la inmigración ilegal y descontrolada, y a este respecto las señales de la autoridad han sido poco sólidas y para nada satisfactorias. No ha habido expulsiones de ilegales que han sido sorprendidos delinquiendo, y los tribunales no actúan con la severidad que debe requerirse. Prevalece una ciudadanía atemorizada y víctima de los más severos delitos contra la integridad personal y la propiedad, que demandaría mayor protección. Prevalece un ambiente de terrorismo en el sur de Chile, con ciudadanos que viven presa de amenazas contra su propiedad y su vida. Ciudades como Arica, Antofagasta e Iquique viven bajo un asedio incontenible, que no se inmuta con las visitas de autoridades y las correspondientes amenazas de “querellas contra quienes resulten responsables”. Todo esto tiene que tener un alto, como asimismo el asociado problema del narcotráfico que asedia a ciudades y pueblos, y pone en riego el futuro de Chile.

Y la crisis económica sigue su marcha para un Chile en abierta decadencia durante el año 2023, y que ahora vive una inflación no contenida, pese a los esfuerzos de la política monetaria. Los anuncios presagian una catástrofe aún mayor: incremento de impuestos y amenazas a la inversión privada, que conducirán irremediablemente a una disminución aún mayor de la inversión, y con ello del empleo y los salarios. No está claro cual es el mapa de ruta de la política pública en una materia que es urgente puesto que está profundizando y ampliando los graves déficits que el país tiene en salud y educación públicas. En este último caso, ya estamos observando la tasa de abandono significativa de población escolar, en medio de una decadencia evidente en calidad y de una violencia escolar que no es contenida. Y las colas en los servicios de salud pública, que dejan fallecidos en lugar de pacientes, en medio de déficits importantes de recursos.

Pero quizás lo más serio de todo es la crisis moral en que nos desempeñamos. Una autoridad que, como bien decía Mc Iver hace ya más de un siglo, no atiende las prioridades de la ciudadanía. Una pérdida absoluta de valores como la solidaridad y el sentimiento de nación, junto con una educación que poco hace para restaurarlos. Como queda demostrado por una reciente “tesis” elaborada en la Universidad de Chile, ya ni siquiera se mantiene en la vergüenza la pedofilia como un delito mayor disfrazado de “creación académica”. Esto, viniendo de la más importante universidad del país, permite relativizar los valores que son propios de una sociedad civilizada, y contribuye al deterioro moral en el que evidentemente progresamos.   


Prof. Luis A. Riveros

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