Siempre he sido crítico de las decisiones y políticas tributarias de la Autoridad cuando he considerado que están alejadas de la técnica y de la doctrina tributaria, pues es mi ámbito de desarrollo profesional y académico, pero hoy me ha causado mucha extrañeza la actitud del Ministerio de Educación con sus anuncios respecto al futuro de las medidas vinculadas con la emergencia sanitaria que estamos viviendo.
Lo que se ha llevado a cabo y que, al parecer, ha tenido buenos resultado, ha sido la cuarentana obligada y/o voluntaria que hemos realizado en estos dos meses, lo que nos ha motivado a cambios en las formas de realizar nuestras tareas, adoptando el teletrabajo, usando servicios a domicilio y hasta el cierre de negocios, con el evidente detrimento financiero y patrimonial que esto último conlleva.
Las universidades debieron cerrar porque son un centro de aglomeración de personas y tradicionalmente han sido un foco de contagio de enfermedades respiratorias.
Como una consecuencia de la aplicación del mercado en la educación, las casas de estudios superiores estatales y tradicionales han tenido que aumentar su oferta de matrículas para tener más ingresos y suplir los aportes fiscales que año a año han ido disminuyendo, alejando al Estado de la gestión y participación en la educación pública, llegando a tener cursos de más de 50 alumnos, especialmente en los primeros años de las carreras. Es por lo anterior que resulta lógico el cierre de estos centros, debiendo optar por educación a distancia, asumiendo el costo que esto involucra, al tener que apoyar a sus estudiantes con los equipos y las conexiones adecuadas.
Sin perjuicio de lo anterior, la autoridad ha insinuado que estos centros de educación superior deberán volver “paulatinamente” a su “normalidad”, como también ha establecido que otras reparticiones públicas deberán a retomar su trabajo presencial.
Esto me causa mucha extrañeza porque contradice todas las estrategias sanitarias que se han llevado a cabo.
Tal vez se pueden implementar protocolos de sanidad al interior de los campus universitarios, pero ¿qué pasa con el aumento de flujo de personas en las calles y usuarios del transporte público que se generará por el reinicio de las clases presenciales? Solo en mi Universidad de Santiago implicará el movimiento de más de 20 mil personas que transitarán por Estación Central.
Si bien no hemos tenido un aumento explosivo de contagiados y los fallecidos superan al ciento de personas, no debemos olvidar con cada día son aproximadamente 350 nuevos contagiados y son potenciales casos de muertes. Por otro lado, si una persona muere, es un ser humano que ha dejado de vivir y es materia de preocupación y no de ajuste al promedio estadístico que la autoridad pueda estar considerando.
La Educación Superior, y no incluyo a la Educación Escolar porque está fuera de mi ámbito experiencial, perfectamente puede realizar una educación eficiente a través de la enseñanza a distancia. Esto es posible en casi todas las carreras (enfatizo en CASI todas), lo que permite seguir adelante con los procesos de enseñanza-aprendizaje y seguir con la actividad docente en estos tiempos de cuarentena, motivo por el cual no sería eficiente abrir estos establecimientos educaciones cuando aún hay un número importante de contagiados (que bien pueden ser un número importante de muertes potenciales. Insisto)
Si bien la educación presencial es, por tradición, la más efectiva, no es menos cierto que el discente aprende cuando quiere aprender. Si no está a gusto en un curso y con el profesor, no realiza un proceso de aprendizaje eficiente, lo que obliga al docente a adaptar sus estrategias didácticas al destinatario de su labor educacional.
Para nadie es un misterio que los jóvenes en la actualidad se sienten muy cómodos con las redes sociales y con la comunicación a través de internet, resultando esta cuarentena un desafío para los profesores para poder llevar a ese lenguaje, el material que debemos enseñar.
Por otro lado, es mejor tener conectado algunas horas al día a los estudiantes, que tenerlos aburridos escuchando a un profesor con un discurso alejado a su mundo, en una sala incómoda, con más de 50 personas a su alrededor, incómodo con mascarilla, guantes y con el estrés de no saber si hay algún virus dando vueltas que lo pueda contagiar.
Si bien no es negable que la vinculación personal entre el profesor y el alumno es muy importante, estamos hablando de un semestre y medio como máximo en estas condiciones.
Es por todo lo anterior que considero apresurado e incongruente con el discurso que ha llevado hasta el momento por la Autoridad, y que critico ante la situación de emergencia sanitaria que estamos viviendo.
Prof. Germán R.Pinto Perry
Director del Magíster en Planificación y Gestión Tributaria
Universidad de Santiago