La democracia y su progresivo deterioro

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Rodrigo Barcia OK

Existe un cierto desconcierto con la realidad política mundial de grupos políticos e intelectuales en las democracias de todo el globo. La elección de Trump en Estados Unidos, de López Obrador en México y eventualmente de Bolsonaro en Brasil son sólo algunas manifestaciones de esto. Pero, en realidad este desconcierto es recíproco. Va desde la ciudadanía a los políticos tradicionales y al revés. ¿Por qué unas candidaturas sensatas de centro, como las de Hillary Clinton en Estados Unidos de América, José Antonio Meade en México o, eventualmente, Fernando Haddad son rechazadas por la ciudanía ante candidatos que se nos presentan como radicales? La respuesta a esta pregunta está en los aspectos que unen a estas tres situaciones.

Una explicación fácil a este fenómeno se puede encontrar en la corrupción y en la delincuencia, es decir, en aspectos en que la ciudadanía percibe que los políticos del establishment son incapaces de resolver; pero esto es sólo una explicación parcial. La votación a favor de candidatos más radicales, de izquierda o de derecha, se encuentra en un rechazo a la forma en que se está haciendo la política en nuestras democracias. Este diagnóstico es grave por cuanto a nivel internacional cada vez pareciera que es más justificable el dictador de izquierda o de derecha. Y ello no es sólo un ejercicio teórico, sino que es una cruda realidad en Venezuela. Bolsonaro no es Chávez, pero los votantes parecen arriesgarse cada vez más a aventuras populistas. Y la perplejidad de los políticos del establishment es más bien parte del problema. En parte la mayor amenaza de la política hoy es precisamente la clase política, que ha sido excesivamente prepotente y voluntarista, sobre todo en temas económicos. Este fenómeno es creciente y se vio reflejado en Chile en un pésimo ejecutivo, en el gobierno recién pasado, y hoy se ve reflejado lamentablemente en el Congreso. Una manifestación de ello son las malas leyes, que generan efectos negativos en la población, como la gratuidad (que tiene a las universidades con altos déficits estructurales); el máximo interés convencional (que ha dejado a muchos chilenos fuera del mercado forma); la prohibición de bolsas en los supermercados (que lleva a comprar bolsas de plástico igualmente contaminantes para botar la basura desde los hogares al sistema de recolección), etc. Ello también se ve reflejado en la actualidad en una oposición obstruccionista a los proyectos del gobierno del Presidente Piñera (como el tributario). Estos proyectos pueden llevar a mejorar la situación de nuestra alicaída economía, y su obstrucción sólo conducirá a profundizar los malos resultados económicos y a radicalizar a nuestra sociedad.

Esta es la verdadera enfermedad de nuestros sistemas democráticos, que los ciudadanos perciben nítida y claramente, y que los lleva, -en la medida en que la economía se ve fuertemente afectada como los casos americanos, mexicano y ahora brasileño-, a optar por candidatos “rupturistas”. Como siempre ocurre en la historia, el autócrata no se explica, sino por el fenómeno que le antecede. Así lo era entre los griegos, en que la democracia degeneraba en populismo, y que llevaba a que los ciudadanos optaran por un tirano. A diferencia de ellos nosotros aún contamos con los mecanismos necesarios para corregir esta tragedia griega.


Rodrigo Barcia Lehmann

Profesor Investigador

Facultad de Derecho

Universidad Finis Terrae

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