Francisco Javier González Cruz



Francisco Javier González Cruz

Imaginemos a Sancho Panza, recién nombrado gobernador de la Ínsula Barataria, escuchando los consejos de don Quijote: ser justo, no dejarse llevar por la soberbia, no vender la honra por dinero. Entre esas recomendaciones, una resuena hasta hoy: “préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio”. Esa frase, escrita hace siglos, parece pensada para los funcionarios públicos chilenos del presente.

Como el legendario Rey Midas, el Estado chileno parece convencido de que todo lo que toca —mediante leyes, decretos o permisos— se convierte automáticamente en oro: orden, desarrollo, seguridad. Cree que su sola intervención garantiza resultados virtuosos. Pero, al igual que el rey que transformaba en metal incluso el pan y el abrazo de su hija, el Estado olvida que no todo puede ni debe ser convertido en oro.

Es relevante volver la mirada a lo que está pasando fuera de Santiago, pues ahí se encuentran los gérmenes de cambios importantes que pueden definir el futuro del país. El proceso de zonificación costera, que acaba de comenzar en Antofagasta, es un claro ejemplo de ello.