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Carlos Cruz |
Una de las características que distingue a Chile en América Latina es la calidad de sus servicios públicos que ha alcanzado estándares destacables, resultado de un modelo de colaboración entre el Estado y el sector privado.
Nos encontramos en plena temporada electoral. Candidaturas de distinto signo político se preparan para las primarias o afinan su estrategia para llegar con fuerza a la papeleta de la primera vuelta en noviembre. En ese marco, la conversación pública estará centrada, inevitablemente, en los programas, visiones de país y promesas que cada candidato ofrece a la ciudadanía. Entre los temas que han emergido como prioritarios destacan la seguridad y el crecimiento económico. Ambos, sin embargo, no son ajenos a la infraestructura.
La CAF acaba de anunciar un crédito de US$ 150 millones para sustentar el inicio de la construcción del puerto exterior en San Antonio. Corresponde al 50% de la primera fase contemplada en el proyecto, lo que incluye medidas de mitigación ambiental y el molo de abrigo. El resto de los recursos saldrán de la operación de la empresa.
La incompresible iniciativa -matonesca, afirman los chinos- tomada por Estados Unidos de subir los aranceles a los productos importados desde diferentes países tendrá un impacto relevante en el comercio mundial. Los expertos predicen una disminución de los flujos de intercambio por razones directas, al ser Estados Unidos la principal economía del mundo, o por razones indirectas, como consecuencia de las reacciones que otras economías adoptarán.
Tal vez uno de los desafíos más estructurales que enfrenta Chile hoy es el impacto del cambio climático y sus efectos en los recursos hídricos. Las ciencia nos ha demostrado que la disponibilidad de agua dulce natural ha ido disminuyendo progresivamente, junto con un legítimo y justificado aumento de la demanda, especialmente en ciudades y en sectores como la minería y la agricultura.
El desarrollo futuro de Chile está íntimamente ligado a su comercio exterior. Este representa más dos tercios de nuestro PGB y sólo tiene posibilidades de aumentar en le medida que se profundice nuestra inserción en los mercados globales, factor principal para sostener una dinámica de crecimiento como la que se requiere para un desarrollo sostenible.
Crecer permite mayores niveles de empleo, mejores remuneraciones, más recursos públicos para transferencias sociales y subsidios. Para crecer en un país pequeño como el nuestro es fundamental aumentar los niveles de inversión pública y/o privada.
Una de las opciones que tiene Chile para impulsar su desarrollo, especialmente en regiones, es la de constituirse en una alternativa de servicios para sus países vecinos. Para ello es necesario romper con nuestro aislamiento y promover la integración física. Una de las opciones que está avanzando es el “Corredor Bioceánico Capricornio”, proyecto de integración entre las naciones del Cono Sur, a través de obras de infraestructura como carreteras, pasos fronterizos y puertos, que beneficiarán fundamentalmente al norte de nuestro país.
Durante este año, Chile ha sido sacudido por una serie de eventos que han captado la atención pública y afectado profundamente la estabilidad social e institucional del país. Además de los episodios de violencia que han remecido a la ciudadanía, hemos visto cómo casos de corrupción, tráfico de influencias y la destitución de altos cargos en instituciones clave han generado un impacto significativo en nuestra convivencia.
En Chile, las necesidades de infraestructura son cruciales para mejorar la calidad de vida y avanzar hacia la sostenibilidad. Por ello, es imperativo que los proyectos generadores de valor se evalúen bajo criterios objetivos y apegados a normas técnicas. Las decisiones que afectan la aprobación de grandes iniciativas, como la Central de bombeo Paposo, de Colbún, deben enmarcarse en una política de Estado que busque resolver los problemas estructurales del país.