Garantías necesarias

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Luis Riveros

El escenario que describe el debate sobre las opciones del próximo plebiscito levanta varias preocupaciones. En primer lugar, porque se ha contaminado con severa violencia en el lenguaje y las acciones que tratan de amedrentar al adversario. Se supone que lo que existe es un debate de ideas, donde libremente podemos los ciudadanos optar por aprobar o rechazar el contenido de una propuesta de Constitución. Y en tal debate de ideas no caben las funas, ni las amenazas ni mucho menos el lenguaje soez que prevalece en muchos medios. Las señales de hostilidad y beligerancia ha ido, sin embargo, en aumento, así pronosticando un mal desenlace cualquiera sea el resultado que domine, En segundo lugar, ha comenzado a repetirse el escenario de manifestaciones violentas que parecen ser una advertencia sobre las eventuales secuelas de un resultado que no sea del agrado de los grupos más radicalizados. Las manifestaciones habidas en el Instituto Nacional y la repetición de graves actos destructivos de propiedad privada y pública en el centro de Santiago se han vuelto a repetir, casi como un recordatorio de algo que está latente como amenaza a la ciudadanía. Es de esperar que el juicio ciudadano no se vea amedrentado por estas acciones ni por las amenazas que prevalecen a través de distintos medios. Ello distorsionaría los resultados y les haría perder credibilidad en desmedro del juicio que se busca establecer sobre los principios que han de guiar al país hacia el futuro.

Pero hay un segundo frente amenazante sore el desarrollo del plebiscito y los resultados del proceso electoral mismo. Un Senador solicitó que se requiriera a la OEA una actividad inspectora con respecto al desarrollo del acto electoral y de los posteriores procedimientos de conteo. Es vergonzoso que en nuestro país, que siempre se ha destacado por la transparencia en materia de los actos electorales y el respeto a los resultados que se den, esté ahora rodeado por un manto de dudas respecto de la limpieza del pronunciamiento que se ha requerido de la ciudadanía. Decisivo como es este último, no habría ninguna razón para quebrantar lo que ha sido una larga tradición republicana de respeto por el pronunciamiento ciudadano y el imperio total de la ley y los reglamentos. Sin embargo, y en realidad, muchos actos del Servicio Electoral han estado últimamente bajo severo cuestionamiento. Por ejemplo, el nunca explicado hecho de que sus bases de datos, conteniendo información de la ciudadanía inscrita toda, se habría “extraviado” en la red pudiendo estar ahora en manos de quienes podrán usarlo para sus propios fines. Si esto ha creado desconfianza, los reciente procesos de inscripción de extranjeros, cambios de mesas y modificación del padrón electoral, siembra dudas legitimas que no es bueno que permanezcan sin aclaración. La abierta vinculación política de sus directivos, legítima como debe ser, permanece también como un ingrediente más en la confusa marea informativa sobre las acciones del organismo, y no ayuda a transparentar mejor la ecuanimidad y rectitud que debe rodear a un acto electoral de profunda trascendencia para el futuro del país.

El pronunciamiento del próximo 4 de Septiembre es decisivo para las formas que han de adquirir nuestras normas de convivencia. Ese es el debate de fondo, sobre el cual debe prevalecer la información adecuada para que los ciudadanos opten por las propuestas y no sobre las lecturas interesadas que dominan el debate actual, rodeada demás de fake news y un abierto intervencionismo electoral de la autoridad. Ésta debiera preocuparse por garantizar la paz social y el legítimo derecho de la ciudadanía para optar libremente entre las dos alternativas presentes, además de administrar para inimizar los negativos efectos de la cruda crisis económica que vivimos. La autoridad debe facilitar la información para que la ciudadanía opte de manera enterada, pero debe también garantizar las condiciones para un acto ciudadano limpio, libre de amenazas y lejos de acciones reñidas con la tradición democrática de Chile.  


Prof. Luis A. Riveros

europapress