​Después de la PDT

|

Alfredo Barriga


Hace 15 años, Sir Ken Robinson, en una conferencia TED (“Schools kill creatitity”, 2006) decía que “los niños que hoy entren a prekínder, cuando salgan a buscar trabajo, será para puestos de trabajo que hoy no existen, usando tecnologías que no se han inventado, para resolver problemas que no tenemos ni idea cuales serán”. El plazo se ha cumplido. ¿Se han cumplido las proyecciones?

Veamos… voy a partir por la última parte: “resolver problemas que no tenemos ni idea cuales serán”. Check: nadie jamás se imaginó en esa época que tendríamos que resolver un problema como el COVID-19. A pesar de que ya éramos conscientes del problema del cambio climático, nadie pensó que la cosa iría tan lejos como para suponer una amenaza real para la vida en el planeta Tierra. Nadie pensó que habría que reemplazar radicalmente en tiempo récord las fuentes de energía o de movilidad.

¿Y qué tal las “tecnologías que hoy no existen? Check, aunque no tan tajante como el anterior. Varias de las tecnologías que han pasado a ser relevantes en esta década que comienza ya existían en 2006, pero no eran capaces de resolver los problemas que hoy nos aquejan, ya que estaban en un estado embrionario y aún no habían pasado por la curva exponencial de adopción producto con una reducción exponencial en costos (la muy mentada “Ley de Moore”). Hoy el Big Data, la Inteligencia Artificial (IA), el Machine Learning (ML), la nube (cloud), la electromovilidad (EM), la secuenciación de ADN, la energía solar y eólica (ERNC), y muchas otras más son una realidad exponencialmente presente. Pero también hay tecnologías totalmente nuevas, que el año 2006 no eran imaginables. Por ejemplo, el año 2006 no existía el iPhone, que salió al mercado solo un año después. La rapidísima adopción de este dispositivo ha supuesto un antes y un después en la forma como se organiza la sociedad, como se hace política y se gobierna, como se implementan políticas públicas de salud y educación… y ha traído nuevos problemas que nadie jamás imaginó que tendríamos, como el fenómeno de las fake news y de la polarización política.

Todo lo anterior ha sido lo que ha propulsado la creación de puestos de trabajo que antes no existían, en un amplísimo rango: desde “data owner”, “data custodian”, “data scientist” para todo lo relacionado con Big Data e IA, hasta “community manager” para el manejo de relaciones en redes sociales, pero en medio una vasta colección de nuevos puestos de trabajo de los que nunca se había oído hablar ni jamás se pensó que podrían existir. Check.

¿Por qué traigo todo esto a colación a propósito de la PDT? Porque ni la PDT, ni su sustituto final, ni la PSU a la que reemplazó, toman en consideración este cambio de paradigma. Seguimos midiendo – cada vez mejor – con mentalidad del siglo 20. Y no es culpa de la prueba, que al fin y al cabo es solo reflejo del sistema de educación que nos hemos provisto.

Lo más grave es que estamos preparando para el futuro a toda una generación de fracasados, simplemente porque ni la Academia, ni el Ministerio de Educación (independiente de quien gobierne), ni los Think Tanks, ni los partidos políticos, ni la élite, le han tomado el peso y la importancia a este cambio radical de paradigma. Como aún no hay señales alarmantes de una desconexión entre habilidades y competencias necesarias con las habilidades y competencias desarrolladas, no es tema para nadie. Lo grave es que, siguiendo ese criterio, cuando se decida actuar – es decir, cuando existan esas alarmantes diferencias – va a ser demasiado tarde, porque esto no se cambia de un año para otro.

Se requiere de un cambio radical en la enseñanza. En qué se enseña, en cómo se enseña, y en cómo se miden los resultados. Un botón de muestra de la radicalidad es que en toda la frase anterior, los términos “enseñanza y enseña” deben ser reemplazados – y en serio – por los términos “aprendizaje” y “aprende”.

Sinceramente, tal y como va la cosa, le veo un negro futuro a nuestro país – y no tiene nada que ver ni con el modelo económico, ni con la constitución que nos demos, ni con el régimen político que decidamos tener. En términos del siglo 21, Chile se encamina a ser una nación de analfabetos. Por supuesto que tendremos nuestro lugar en el mundo, pero en el mismo nivel que siempre: como proveedor de materias primas: en este caso, sol, viento, litio y cobre. Con la misma concentración de la riqueza – sea en pocas manos privadas o en el Estado – y los mismos sueldos. Sin aporte de valor. Si pena ni gloria. Tercermundistas.

PD: no se enoje con el mensajero, y medite bien el mensaje. Capaz que se pueda hacer algo si todos empujamos en la misma dirección.


Alfredo Barriga Cifuentes

Profesor UDP

Autor “Presente Futuro: cómo la nueva revolución digital afectará mi vida”

europapress