Temucuicui: un antes y un después

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Se ha manifestado que quienes están a cargo de legislar nunca han atendido adecuadamente los negativos desarrollos observados en la Araucanía. Los mismos se manifiestan actualmente en contingentes civiles bien armados, acciones violentistas de distinta naturaleza y una intensa actividad vinculada a la droga. Se ha dicho que el problema de la Araucanía es uno de tipo político, no sólo un tema de tierras, de pobreza, de infraestructura, o uno de índole exclusivamente policial. Se trata al parecer de una cierta mezcla de todas estas connotaciones, que llevan a resultados muy complejos y que no están totalmente aclarados frente al país. Todo esto proporciona razones para una intervención cuidadosa del Estado chileno, la cual no ha tenido lugar a lo largo de todos estos últimos períodos presidenciales. Durante muchos años se ha pospuesto este problema como si no existiera a los ojos del país entero, aunque el mismo ameritaba una intervención que aparentemente no ha tenido lugar o ha sido muy poco efectiva. Ha fallado la debida coordinación entre los Poderes del Estado y la voluntad de diálogo con los actores relevantes y así abordar graves situaciones de quiebre del estado de derecho. Al final nos encontramos con la noticia de que en Temucuicui existen grupos fuertemente armados, aparentemente con entrenamiento militar, poniendo en cuestión la eficacia de los instrumentos del Estado para lidiar con aquello que muchos observan como el intento de crear un territorio independiente.

Dos muertes ocurren como resultado de acciones policiales destinadas a combatir actividades de producción y distribución de droga, que serían parte de un conjunto de actividades que ponen en cuestionamiento la integridad territorial y jurídica de la nación. Independientemente de las especulaciones que han surgido respecto al diseño de tal operación, a su implementación logística y a la debida coordinación con otros ámbitos de acción y control, la cuestión es que el trágico resultado ha conmovido al país. Sobretodo, porque se asocia al uso de armamento de guerra y acciones de tipo militar que revelan un sofisticado equipamiento y entrenamiento sistemático como ha sido sugerido por diversos analistas a lo largo de los últimos años. Se han importado tácticas, diseños y hasta armamento para introducir un cierto control de tipo militar en la región. Temucuicui parece ser un centro neurálgico de operaciones, todo ello bajo el alero de la producción y venta de droga. La muerte de un policía y un agricultor ocupó solamente titulares secundarios y muy transitorios en la prensa nacional, con menciones solamente en otros medios de difusión. O sea, el país ya se ha acostumbrado a noticias que traen desde la Araucanía resultados de violencia, dolor y muerte.

Es cierto. El problema es fundamentalmente político y debe abordarse con una visión trascendente, de largo plazo, que permita restaurar la vida normal en esa remecida zona, donde sus habitantes están dominados por el diario temor de acciones violentistas. Pero el Estado chileno no ha mostrado voluntad para acometer con eficacia esa tarea, la cual para muchos debería envolver solamente el control militar de la zona, lo cual, según otros, constituiría un intento de apagar el fuego con más combustible. Y por cierto, no se trata de la comunidad mapuche de esa zona, ni mucho menos de todos los habitantes de ella. Se trata de grupos radicalizados, con aparentes intensos contactos con el exterior y con una serie de personas que actúan como estrategas y proveedores de equipos y entrenamiento militar. El problema es que debe mirarse el futuro de esa Región de Chile, que no puede ser permanentemente concebido como uno que responde solamente a lo que el país ya se está acostumbrando: violencia y destrucción.

El futuro de Chile depende de su integridad territorial y política. Eso es lo que está en juego actualmente, y es muy importante que el Estado chileno lo asuma activamente. Algo escaso en política hoy día es la visión de largo plazo, y el liderazgo para conseguir metas trascendentes aún con costos visibles en el corto plazo. Esto parece contradecirse con la obsesión política por conseguir mejores resultados electorales a cualquier costa. Contradictoriamente, es imprescindible para conseguir diálogo y acuerdo en cuestiones sustantivas sobre la Araucanía y su futuro, parte fundamental y decisiva sobre el futuro del país. Los Poderes del Estado deben asumir su responsabilidad integral en este problema, demandando dejar su énfasis actual en los temas electorales y las medidas de “fácil despacho” para abordar un tema de gran envergadura y decisivo para el futuro. Los sucesos de Temucuicui debiesen marcar un antes y un después en la política pública relativa a la gestión de los problemas de la Araucanía.


Prof. Luis A. Riveros 

europapress