​No lo entienden… ni siquiera en USA

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Alfredo barriga 2Las acciones iniciadas por la FTC contra Facebook me llaman poderosamente la atención. Tal pareciera que ser grande y tener una alta participación de mercado es sinónimo de monopolio y de prácticas monopólicas. En su momento Microsoft, privilegió su buscador en su sistema operativo Windows, lo cual efectivamente era una práctica desde una posición de fuerza. Por ello fue forzado a dejar que fuera el usuario quien decidiera qué buscador usar, lo que marcó el comienzo de la dominancia de Google. Pero cosa muy distinta es que haya 2.500 millones de usuarios que usan libremente una aplicación porque es sin costo monetario para ellos. Esto es el libre juego de las fuerzas del mercado. Pareciera que a la FTC – con un criterio que tiene sentido en el siglo 20 pero no en el siglo 21 – el solo hecho de ser grande implica ser monopólico. No por nada se habla de una “ofensiva contra las grandes tecnológicas”.

No quieren entender que al cambiar el modelo de negocios desde pago monetario por un servicio a pago en especies (datos), cambia la naturaleza del negocio. Esto no se parece en nada al trust del petróleo que hizo Rockefeller alrededor de la Standard Oil o Bell en la telefonía, pero lo tratan como si fueran la misma cosa. Mientras el mercado, libre y voluntariamente, esté dispuesto a usar el servicio propuesto bajo la premisa de que no le cuesta nada de su bolsillo, no se puede acusar de posición dominante en desmedro del consumidor, ¡porque el servicio es gratis! Distinto es el mal uso de esos datos, pero eso no tiene nada que ver con el tamaño de la empresa, y es aplicable tanto a los grandes de la tecnología como a los no tan grandes. Son temas totalmente aparte, y no son – a mi parecer – jurisdicción de la FTC.

Más inexplicable aún es que la FTC considere que Facebook debe deshacerse de dos empresas que la misma FTC aprobó que comprara (Instagram y WhatsApp). Si hoy esas dos empresas tienen la cantidad de usuarios que tienen es precisamente porque se incorporaron a la red social con más usuarios en el mundo, y fueron potenciadas. ¿Para qué pensaron que las estaban comprando?

Y lo que ya bordea el surrealismo es que la autoridad de Estados Unidos esté regulando a una empresa que tiene más del 90% de sus usuarios fuera de Estados Unidos.

Todavía no entienden que este tipo de empresas (como Google, Facebook, Alibaba, AirBnB, Uber) son ecosistemas. Ese es su giro. El cambio de paradigma es que son empresas cuya actividad principal es hacer que las cosas sucedan, sin ser parte de la actividad en sí. Facebook y sus filiales son una plataforma donde las personas se conectan, y para no cobrar por su uso, venden publicidad. Ni Facebook, ni Instagram ni WhatsApp participan de la actividad que se hace en su plataforma. De hecho, se le exigió a Facebook que participara para regular la calidad de lo que allí escriben sus 2.500 millones de usuarios. Eso fue el fondo de la demanda contra Facebook que le costó 5.000 millones de dólares de multa (que encima no fueron a parar a los presuntos afectados, sino a las arcas fiscales). Y ahora que participan, se les acusa de tener demasiado poder sobre sus usuarios porque pueden vetar lo que se publica y lo que no se publica.

En Chile estamos cometiendo el mismo error conceptual, por ejemplo, con la tan mal redactada “Ley Uber”. Por el solo hecho de que Uber pone en contacto a personas que quieren trasladarse de un lado a otro, con personas que tienen un auto y pueden darle el servicio, se la cataloga de “empresa de servicios de transportes”, y a las personas que llevan a cabo el servicio como “empleados” de la plataforma. Con ello demuestran una total ignorancia de lo que es la llamada Gig Economy. Esto me desazona especialmente porque en la confección del programa de este gobierno participé activamente entre otras cosas para que se incluyera un apoyo a esta actividad. Quedó en el programa, pero a la hora de legislar se borró con el codo lo que se escribió con la mano. La ley Uber no debería ni siquiera estar radicada en el Ministerio de Transportes, sino en el Ministerio del Trabajo. Y no debería ser “Ley Uber”, sino “Ley Gig”.

¿Hasta cuando seguiremos tratando las cosas del siglo 21 como si aún estuviéramos en el siglo 20?


Alfredo Barriga Cifuentes

Profesor UDP

Autor “Futuro Presente: cómo la nueva revolución digital afectará mi vida”, publicado en Amazon

Miembro de la Red Latinoamericana de Transformación Digital

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