​El sentido homenaje de Ricardo Rivadeneira a Sergio Onofre Jarpa hace 26 años

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Jarpa3El domingo pasado falleció Sergio Onofre Jarpa, uno de los personajes clave de la política chilena de los últimos 50 años. El fundador de Renovación Nacional (RN), ex senador, embajador y ministro del Interior murió a los 99 años de neumonía aspiratoria generada por la infección de COVID-19. La familia dispuso un funeral de manera privada y con un reducido número de personas, en cumplimiento con los protocolos en el marco de la emergencia sanitaria. Sin embargo, su deceso llama a la reflexión respecto de su legado, y, en tal sentido, resulta pertinente recordar las palabras de Ricardo Rivadeneira, en mayo de 1994, cuando en su calidad de presidente de RN, rindió un homenaje a Jarpa en momentos en que se alejaba de la política. El siguiente es el discurso íntegro realizado en aquella oportunidad:


Hablo en representación de la actual directiva de Renovación Nacional. Hablo también en representación del partido mismo, invocando el hecho de haber sido su primer Presidente, designado por voluntad de sus fundadores, encabezados por Sergio Onofre Jarpa, Jaime Guzmán y Andrés Allamand.

Pertenecemos, los que estamos aquí, a un amplio sector de chilenos cuya principal tarea, en los últimos 50 años, desde la época del Frente Popular, ha sido defender al país del socialismo.

Esa lucha ha sido permanente, pero n ha sido igual durante todos estos años.

Nuestras generaciones más recientes conocen un socialismo que se llama a sí mismo "renovado".

Renovado en las formas, en las maneras. Nuestros socialistas de hoy no se sienten incómodos asumiendo las más elevadas responsabilidades políticas en la mantención del orden público o las más altas gerencias en la vida de los negocios.

Ciertamente no fue esta cara suave del socialismo la que debió enfrentar Sergio Onofre Jarpa hace treinta años, cuando fue llamado a asumir el liderazgo político en la durísima batalla que el país tuvo que dar para conservar su soberanía y su identidad histórica y para restablecer la libertad y los derechos de los chilenos.

Como tantas veces nos lo ha recordado el propia Jarpa, entonces los socialistas habían decidido formalmente abandonar las vías electorales y pacifica para desatar la violencia.

Y esas no fueron decisiones teóricas, como se ha pretendido después. No fueron meras amenazas. Cuando alcanzaron el poder, y aun antes, el país los vio en acción, garrote en mano, para apoderarse de las calles, de los colegios, de las universidades.

Para arrancar de sus predios a los agricultores, con sus familias y sus trabajadores.

Para expulsar a los industriales y comerciantes de sus empresas.

Para controlar y manejar la producción, distribución y consumo de la comida de los chilenos.

Para manipular la educación de sus hijos.

En fin, para apoderarse del poder total y ejercerlo con el sentido totalitario aprendido de la doctrina marxista que profesaban.

Esa fue la lucha que encabezó Sergio Onofre Jarpa.

Una batalla que muchos chilenos de hoy, por razones de edad, no conocieron. Y que otros han olvidado.

No fue sólo una lucha de ideas, de principios, de proyectos, como la que deben lidiar nuestros jóvenes políticos de hoy.

Entonces el liderazgo político exigía, más que habilidades dialécticas, presencia física junto a los agricultores que día y noche montaban guardia para evitar la usurpación de sus campos; al lado de los industriales, comerciantes, transportistas, profesionales y trabajadores, agredidos en sus lugares de trabajo, en las calles y en sus propios hogares.

Fue en esa trinchera de violencia física desatada donde ganó Jarpa un liderazgo que nadie ha podido discutirle, ni disputarle hasta ahora.

Cuando estos tiempos que estamos viviendo pasen, cuando se escriba la historia de esta segunda mitad del Siglo XX, destacará la figura de Jarpa, gran líder en esas jornadas contra la desatada violencia marxista.

Pero también destacará su figura como servidor disciplinado, abnegado, leal, con lealtad sin límites, desempeñando cargos de la más alta responsabilidad, en los difíciles días de la reconstrucción nacional, iniciada con la patriótica acción de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden el 11 de Septiembre de 1973.

Igualmente se pondrá de relieve, por cierto, el liderazgo de Jarpa en la etapa de la transición, encabezando la formación de Renovación Nacional, asumiendo su presidencia y promoviendo los consensos y los ajustes constitucionales indispensables para consolidar la democracia rescatada por el Gobierno Militar.

Pero a pesar de su importante paso por el Senado de la República, creo que la historia también destacará la figura de un Jarpa desaprovechado.

Estoy cierto que en el futuro, así como hoy se repite que el sucesor de Montt debió ser Varas, se dirá que el sucesor de Pinochet debió ser Jarpa.

Permítanme un recuerdo personal.

Hace 5 años, en una entrevista publicada el 11 de mayo de 1989, se me pregunto si Renovación Nacional había pensado en Jarpa como candidato a la Presidencia. Respondí: “El candidato natural de Renovación Nacional a la Presidencia es el presidente del partido, Sergio Onofre Jarpa”.

"Candidato natural", "líder natural". Ese es, curiosamente, el origen de estas sencillas expresiones que tanta aplicación posterior han recibido, si bien referidas a personajes muy distintos de aquel para el cual fueron pensadas.


Estimado Sergio:


Aquí están tus amigos.

Los que estuvieron contigo en los viejos tiempos junto a Jorge Prat, nuestro líder siempre recordado y llorado. Luego en el Partido Nacional y posteriormente en los días llenos de esperanza de la fundación de Renovación Nacional.

Los que han estado siempre de acuerdo contigo y los que a veces contigo han estado en desacuerdo.

Porque a todos tu nos enseñaste, con tu propio ejemplo, a luchar por lo que uno cree mejor para el país y para sus principios. Porque lo importante no es el perpetuo acuerdo, sino la permanente lealtad, la franqueza, el coraje moral para decir lo que se piensa, sin odio y sin servilismo.

Junto con rendirte este homenaje tan merecido por lo que hasta ahora has realizado en la vida política chilena, queremos con este acto celebrar el inicio de una nueva etapa en tu vida pública.

Los días que vienen serán distintos a los de ayer. E incluso a los de hoy.

Las confrontaciones con nuestros adversarios, - esperamos -, excluirán la violencia física que la gente de trabajo debió sufrir y repeler, contigo a la cabeza, en las décadas del sesenta y del setenta.

Seguramente nuestra gente no volverá a ser agredida en su persona y en sus bienes, como lo fue en esos años.

El país, luego de muchos años de esfuerzos y sacrificios, parece haber recuperado su normalidad de República en forma, en lo económico y en lo institucional.

Pero eso no significa que personas como tu puedan retirarse de la vida pública.

Está bien que Sergio Onofre Jarpa quiera seguir en el campo. Está bien que siga siendo el caballero agrario que nunca ha dejado de ser. Que no pierda su vinculación con ese mundo rural chileno que lo vio crecer y formarse - correteando por los cerros de Las Trancas, en Agua Buena -, con incalculable provecho para su formación como hombre público. Porque reconozcamos que es necesario haberse criado laceando novillos para alcanzar esa alta sabiduría política, consistente en saber cuándo hay que mantener tirante el lazo y cuándo hay que darle soga, como decía nada menos que Diego Portales. Es necesario ser un campesino muy auténtico para ser capaz de trasladar a la política la ciencia sutil de los que saben rodear, apiñar, apartar y arrear. De los que saben sembrar, cuidar la siembra y cosechar.

Todo eso está muy bien.

Pero el campo no puede alejar a Jarpa de la política, porque hay un mundo de responsabilidades por delante, para afrontar las cuales su presencia seguirá siendo crucial.

Por de pronto, la estabilidad y también el perfeccionamiento del sistema económico e institucional que ha permitido el progreso del país.

En seguida, la pendiente modernización del Estado, lo cual significa, a mi juicio, primero que nada, lograr que el aparato estatal, reducido a su justa dimensión, devuelva con servicios eficientes, y no con corrupción o ineficacia, los recursos que le entregan los que trabajan, incluso los más pobres, siempre con enorme sacrificio.

¡Qué gran tarea para una oposición que cumple sus deberes, llegar a vigilar con detalle el destino que el Estado da a cada peso que recibe de los contribuyentes!

Las modernizaciones impostergables que el país tiene pendientes en educación y en salud.

Y tantas tareas más.

Pero especialmente una, que incluso trasciende lo político: defender los valores culturales y morales en los que creemos, así como nuestras tradiciones nacionales, que representan nuestro orgullo como chilenos.

Si esos valores y tradiciones corren peligro, puede conservarse la vida y la propiedad, pero no la dignidad. Ni la identidad que nos permite ser lo que somos.

Porque todos los que aquí estamos en señal de agradecimiento por lo que has hecho y por lo que seguirás haciendo en la vida pública chilena, creemos que hay cosas más importantes que la vida y que los bienes.

Si tú supiste defender la vida y la propiedad de los chilenos en las luchas del pasado, quédate con nosotros y disponte para las batallas que vienen.

Porque nadie va a saber darlas mejor que tú.

Nadie te aventajará en la dialéctica que necesitaremos para la defensa de nuestro Dios, nuestra Patria y nuestra bandera.


Muchas Gracias,


Ricardo Rivadeneira H.


europapress