​China 2019: el comunismo perfecto

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Enrique Goldfarb (columnista)Así como la película “La tormenta perfecta” trata de la conjunción de tres eventos para conformar la más grande de las tormentas, China ha logrado fabricar un mecanismo que le ha dado soluciones impensadas a su más grave problema: la pobreza, y también le ha abierto las puertas a las pretensiones de toda organización política: la del dominio y poder, y con ello dejar atrás una realidad diametralmente opuesta.

Tal como Bismarck implantó la “Realpolitik”, y los gobiernos filocomunistas, los socialismos reales- esto es que funcionan a imagen y semejanza de sus líderes y no de programas o manifiestos- China, a mi juicio, es un caso de capitalismo real.

Joseph Schumpeter en su libro “Capitalismo, socialismo y democracia”, escrito en 1942, hace un brillante análisis comparativo entre el capitalismo y el socialismo, o más bien entre el capitalismo y un socialismo semiteórico, esto es, no como era la realidad de la Rusia soviética-ya que se conocía muy poco de ella- sino que cómo sería si sus líderes tomaran decisiones lógicas. En este ensayo, describe como limitaciones, las pausas recesivas del capitalismo, producto de los ciclos económicos, los despilfarros, producto de los ajustes de mercado, y la indisciplina laboral, conducente a huelgas que agregan otras fuentes de despilfarros. Permítanme aclarar que Schumpeter no era un simpatizante del comunismo. Él hace un ejercicio intelectual, como si fuera una evaluación de proyectos, independiente de sentimentalismos. Además, como se dijo, el comunismo soviético en ese tiempo era una incógnita y para muchos, más bien un sueño, como traer el paraíso a la tierra, que se resume en prosperidad, igualdad y felicidad sin costos.

Lo que China ha hecho es hacer realidad las soluciones esbozadas por Schumpeter. Al introducir el capitalismo y sus capacidades fantásticas de crecimiento económico, solucionó la gran falla del comunismo soviético: la intromisión ideológica en las decisiones económicas (en Rusia no se podía aplicar la tasa de interés por ser un vicio capitalista) y como alumna aventajada de las corrientes económicas liberales, no sucumbió a la tentación de seguir dirigiendo centralizadamente la economía, como si lo hizo la Rusia soviética, la que terminó quebrada económicamente. Donde no soltó las riendas fue en el control férreo, tanto en la política como en la exigencia de sumisión de sus trabajadores. Por ejemplo, si Camila Vallejo estuviera en China, y por muy PC que sea, si se le ocurriera ahí proponer la semana de 40 horas, sería enviada a un centro de reeducación comunista.

El resultado es que China se convirtió en la segunda potencia mundial.

Con todo, y hasta dónde puede llegar la rigidez de su control político es una pregunta abierta. Las imperfecciones del capitalismo y la democracia tienen la virtud de aliviar la presión por el cambio. Esa presión está en su estado primario en Hong Kong, que, en dimensión, es Tiananmen elevado a la potencia máxima. Hay que considerar que la misma revolución capitalista China surgió desde las bases para cambiar un sistema económico ineficiente. Aquí podría suceder para cambiar un sistema político inhibidor de las libertades De eso están conscientes las autoridades chinas y tratan por todos los medios de darle bienestar a su población. La duda que queda es si eso es suficiente para calmar al ser humano, que, al decir de Friedman, es mucho más complejo que ganado al que hay que alimentar.


Enrique Goldfarb

europapress