Gobernar escuchando: de la consulta al compromiso

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Durante años, las políticas públicas se diseñaron bajo un esquema basado en la verticalidad. Un pequeño grupo y “selecto de técnicos”, desde su escritorio, definía soluciones para una ciudadanía que comúnmente las recibía pasivamente. Con el tiempo, la creciente demanda por transparencia, inclusión y legitimidad dejó claro que el modelo era insuficiente.


Para construir un desarrollo económico y social verdaderamente sostenible y equitativo, se debe conocer en profundidad lo que afecta a las personas en lo individual y a la sociedad en su conjunto para con ello hacerlas partícipes en la construcción de su futuro. Ningún planificador posee un conocimiento completo del territorio y de sus complejidades. Son las personas quienes experimentan a diario las consecuencias de una calle mal diseñada, la dificultad de acceso a un servicio básico o la ausencia de él, o bien el deterioro de un espacio público. Este conocimiento, a menudo subestimado, es la materia prima esencial para que las políticas públicas sean eficaces y no meros ejercicios teóricos.


Cuando un proceso de planificación incorpora la visión de la comunidad, el diagnóstico se enriquece dado que se identifican los valores, problemas y conflictos del entorno que de otro modo serían invisibles. Los vecinos aportan una visión territorial diferente que contribuye a una planificación del territorio más coherente, que evita tensiones y conflictos y fomenta un desarrollo económico que dialoga con la identidad local.


No obstante, este enfoque participativo, aun cuando es ampliamente promovido en el discurso, no suele tener una incidencia efectiva en las decisiones finales. Muchas veces, la participación la limitan a instancias consultivas o informativas, sin que sus resultados se reflejen en la definición concreta de soluciones colectivas, cuestión que erosiona y debilita la confianza pública y, reproduce dinámicas verticales bajo una apariencia horizontal. La ciudadanía aporta y robustece los diagnósticos, pero si no se integran en el proceso de planificación, este corre el riesgo de convertirse en un ritual vacío, orientado a validar decisiones previamente tomadas más que a construirlas de manera colaborativa.


No escuchar a las personas no solo es un déficit democrático, sino una estrategia ineficiente y condenada al fracaso. Las políticas públicas más exitosas son aquellas que nacen de un diálogo profundo y respetuoso entre el Estado y la sociedad civil. Conocer lo que afecta a las personas no es un paso previo a la planificación; es el corazón mismo del proceso. Fomentar la participación ciudadana es la inversión más inteligente que un gobierno puede hacer para construir un progreso duradero, con legitimidad social y verdadero bienestar para todos. Una alternativa eficaz, aunque costosa por ejemplo resultan ser los plebiscitos comunales, los que cumpliendo los requisitos establecidos en la ley Orgánica Constitucional de Municipalidades tendría un carácter vinculante y sus resultados deben ser respetados por la autoridad municipal. 


Américo Ibarra Lara

Director Instituto de Ambiente Construido

Observatorio en Política Pública del Territorio

Facultad de Arquitectura y Ambiente Construido

Universidad de Santiago de Chile

europapress