Mestizaje, racismo anti-indígena y plurinacionalidad

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Macarena Bonhomme

Uno de los principales puntos de discordia en el debate constitucional es el artículo 1, donde Chile se define como un Estado plurinacional. Si bien en otros artículos se plantea que Chile es un Estado unitario y forma un “territorio único e indivisible”, sigue imperante la reticencia a reconocer cultural y políticamente a los pueblos originarios. Esto se debe a dos aspectos claves: en primer lugar, la construcción del Estado-nación, su presunción de estado “sin-raza” y la narrativa de identidad nacional que se concibe como mestiza; en segundo lugar, las implicancias de esta construcción histórica de la identidad nacional a nivel local, y que se observa claramente en las interacciones de chilenos con migrantes de América Latina y el Caribe en barrios multiculturales. 


A grandes rasgos, la premisa indiscutida por años ha sido que la sociedad chilena se define como una sociedad homogénea, producto de un intenso mestizaje entre los colonizadores europeos y los pueblos indígenas preexistentes. La ascendencia africana nunca se consideraría parte de esta identidad nacional. Los textos escolares de historia que leímos nos solían decir que, si bien llegaron esclavos negros a Chile, éstos habían desaparecido por el clima. En esta construcción de la identidad nacional chilena, la sociedad al entenderse como homogénea y mestiza (bajo la idea de que está solamente constituida por ascendencia indígena y europea), refuerza la creencia de que en Chile no hay racismo. Varias razones lo explican: una de ellas es la suposición errónea de que la "raza" se asocia exclusivamente con las poblaciones de origen africano, y que las relaciones "raciales" se refieren a "negros" y "blancos". Lo que se ha visto reforzado por políticas migratorias que han restringido históricamente la migración "no-blanca", al tiempo que han fomentado la migración europea.  


Sin embargo, la creciente presencia de migrantes caribeños ha redefinido la identidad y las formas en que los/as chilenos/as se representan a sí mismos en términos "raciales": se construye la "blanquitud" en Chile a nivel cotidiano, y la “raza” -entendida como construcción social- sigue permeando la vida cotidiana. A partir de un estudio etnográfico (Bonhomme, 2022) realizado en un barrio multicultural de clase trabajadora, pude observar que la reivindicación de una "blanquitud" les permitía reclamar un estatus superior frente a sus vecinos migrantes, especialmente cuando se enfrentan a una lucha por recursos. Este discurso es consistente con el proceso de construcción nacional realizado por los estados latinoamericanos, y el trabajo de Mónica Moreno Figueroa de la Universidad de Cambridge, es particularmente útil para comprender este fenómeno histórico. 


La autora, que estará esta semana en el país dictando una charla magistral y un seminario en el marco de la inauguración del Doctorado en Ciencias Sociales, sostiene que el proyecto racial del mestizaje ha significado que se siga reproduciendo el racismo. La necesidad de establecer diferencias con migrantes de la región permite que se rechace a nivel local lo que el Estado-nación chileno históricamente ha buscado disolver: la ascendencia indígena que es parte de esta identidad mestiza. No es de extrañar, entonces, que sea la plurinacionalidad uno de los aspectos más controversiales en los debates sobre la nueva constitución porque implica reconocer la diversidad de la sociedad chilena y que no es y nunca ha sido blanca y que, como toda identidad racial, ha sido construida socialmente.  


 Macarena Bonhomme 


Académica del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chile – COES


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