En tiempos de amplio debate sobre el futuro de la educación, vale la pena preguntarnos cómo la innovación educativa nos puede ayudar a ser más efectivos para lograr el propósito mismo de alcanzar el desarrollo integral de los estudiantes. Tal vez, la respuesta a los desafíos educativos actuales se encuentre mirando hacia atrás, enraizada en un concepto que los griegos desarrollaron hace siglos: el término παιδεία (paideia) plantea la educación como un proceso de crecimiento y transformación que dura toda la vida.
Delincuencia, violencia e inseguridad en los barrios son conceptos a los que los chilenos nos enfrentamos cada vez con mayor frecuencia. Dominan la pauta noticiosa y generan desconfianza y temor entre las personas. Pero más allá de las obvias consecuencias negativas, hay un factor que estamos pasando por alto: ¿cuál es el impacto que generan en el desarrollo físico y mental de nuestros niños, niñas y jóvenes?
Es cierto, todos somos creativos porque se trata de una cualidad inherente al ser humano. La pregunta que viene a continuación es ¿Cuántas personas son conscientes de este potencial? ¿Cuántos hacen algo concreto por cultivar su propia potencia creatividad? ¿Hasta dónde puede llegar esa capacidad creadora con el impulso necesario?
La reciente ola de incendios forestales en nuestro país ha dejado un rastro de devastación no sólo en términos de pérdida de biodiversidad y daños materiales, sino también en el profundo impacto emocional y psicológico en las familias afectadas, particularmente en los niños.