Roberto Cervela



Roberto Cervela

Chile atraviesa un momento económico delicado, marcado por una creciente incertidumbre y una ralentización sostenida en los indicadores macroeconómicos. El más reciente Imacec, que mostró un crecimiento nulo en septiembre, refleja un escenario que era previsible desde hace tiempo: síntomas de debilidad estructural que se han gestado lentamente, y que ahora emergen con fuerza en el debate público y político.

En un mundo cada vez más consciente de los desafíos ambientales y sociales, el concepto de “sostenibilidad” no es una moda pasajera, sino que una necesidad urgente, y que emerge como un catalizador crucial para el desarrollo de los territorios.

Si bien estas últimas pueden ser altamente atractivas para todo inversionista del territorio nacional y del exterior, lo anterior se podría ver opacado por las trabas en materia formativa, que no solo limitan el crecimiento personal de cientos de jóvenes, sino que también ponen en riesgo el crecimiento económico, desarrollo sostenible y potencial de la región para le economía de Chile.Frente a este escenario, la ecuación es clara:  invertir en infraestructuras de calidad que permitan elevar los niveles educacionales y que ayudan a aprovechar cada vez con más fuerza las ventajas comparativas de Atacama como tierra fértil para la innovación y proyectos sostenibles.

Chile ha asumido un compromiso ambicioso y vanguardista para lograr un proceso de descarbonización al año 2050, un tema que ha trascendido a los distintos gobiernos, transformándose en una política pública a mediano y largo plazo. De hecho, nos hemos transformado en un referente mundial en la producción de energías limpias.