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Omar Pérez |
Las decisiones humanas—y también las de muchas otras especies—están llenas de sesgos. Los sesgos son fallas en la percepción de los eventos en nuestro ambiente que nos llevan a tomar decisiones que se alejan de lo que una persona más racional y objetiva haría. Imagine que la probabilidad de ganar la lotería es extremadamente baja, pero las personas tienden a sobrevalorar esa pequeña posibilidad y siguen comprando boletos con la esperanza de ganar. Así, existen muchos otros.
Nuestro cerebro es eficiente y busca ahorrar energía mental. Para lograrlo, crea hábitos: patrones de comportamiento que automatizamos con el tiempo.
En el complejo mundo de la economía, la suposición de la racionalidad del consumidor en la toma de decisiones ha sido siempre el principio fundamental. Los economistas postulan que los individuos realizan elecciones de compra basadas en evaluaciones lógicas del valor y la utilidad, buscando maximizar su satisfacción o felicidad.