|
Antonia Anastassiou |
Este año lo confirmamos con fuerza. En distintas iniciativas que se desplegaron a lo largo del país, vimos cómo la colaboración deja de ser un concepto abstracto para transformarse en experiencia concreta.
Las inversiones por niño son significativamente menores en comparación con otros países de la OCDE, y muchas veces las medidas en beneficio de la infancia quedan entrampadas por diversas razones. Poner a los niños primero requiere más que buenas intenciones: exige, coherencia, colaboración y coordinación en torno a este gran propósito.
Computadores, celulares, tablets y televisores y otros dispositivos electrónicos capturan hoy gran parte de nuestra atención. Leemos constantemente mensajes de WhatsApp, una receta en internet, comentarios en redes sociales y un sinfín de diversos contenidos. Y aunque es cierto que la tecnología ofrece múltiples beneficios, este 23 de abril, Día Mundial del Libro, vale la pena detenernos a reflexionar sobre el poder único que sigue teniendo el texto en papel.
Cada 21 de abril celebramos el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, una fecha que, más allá de las conmemoraciones, nos invita a repensar qué entendemos por creatividad y por qué necesitamos tanto de ella en los tiempos actuales.
En tiempos de amplio debate sobre el futuro de la educación, vale la pena preguntarnos cómo la innovación educativa nos puede ayudar a ser más efectivos para lograr el propósito mismo de alcanzar el desarrollo integral de los estudiantes. Tal vez, la respuesta a los desafíos educativos actuales se encuentre mirando hacia atrás, enraizada en un concepto que los griegos desarrollaron hace siglos: el término παιδεία (paideia) plantea la educación como un proceso de crecimiento y transformación que dura toda la vida.
Como parte de la temporada de recuentos y balances de fin de año, hace algunos días el diccionario Oxford eligió el concepto brain rot como la palabra del año, aludiendo a la “podredumbre cerebral” o “decadencia cerebral” presente hoy en la sociedad como resultado del consumo excesivo de contenidos -principalmente online-, considerados de baja calidad, triviales o poco desafiantes para el razonamiento.
Delincuencia, violencia e inseguridad en los barrios son conceptos a los que los chilenos nos enfrentamos cada vez con mayor frecuencia. Dominan la pauta noticiosa y generan desconfianza y temor entre las personas. Pero más allá de las obvias consecuencias negativas, hay un factor que estamos pasando por alto: ¿cuál es el impacto que generan en el desarrollo físico y mental de nuestros niños, niñas y jóvenes?
En las últimas décadas ha surgido cada vez con más fuerza el concepto de Venture Philanthropy, que combina la filosofía de la filantropía tradicional con el enfoque dinámico y estratégico de las inversiones de riesgo. En la práctica, consiste en apoyar proyectos y organizaciones no sólo a través de recursos financieros, sino también con conocimientos especializados, redes y asesoramiento para maximizar el impacto social.
¿Cuál es la diferencia entre innovación e innovación social? La primera suele enfocarse en avances tecnológicos, productivos o empresariales, mientras que la segunda se centra en la creación de nuevas soluciones, estrategias, productos o servicios que abordan desafíos sociales, mejorando el bienestar de las personas y promoviendo cambios positivos en la sociedad.
“¿Qué quieres ser cuando grande?”, Cuántas veces hemos hecho o escuchado esta pregunta, o nosotros mismos la respondimos a otros siendo niños. Sería bueno darle un giro a esta interrogante y reemplazarla por: ¿quién quieres ser? ¿Cómo te gustaría aportar al mundo? Todos tenemos un rol que cumplir dentro de la sociedad y la formación integral es esencial para preparar a los niños, niñas y jóvenes a enfrentar los desafíos del mundo moderno desarrollando todo su potencial.