Allan Mix



Allan Mix

Han pasado cinco años desde que el COVID-19 llegó a Chile, marcando un antes y un después en la medicina de urgencia. Lo que comenzó como una noticia lejana en 2019 se convirtió en una de las crisis sanitarias más graves de nuestra historia, una que nos exigió adaptarnos en tiempo récord, enfrentar el miedo y tomar decisiones con escasa evidencia.

En los últimos años, los hospitales y centros de salud se han convertido en escenarios recurrentes de violencia. Lo que debería ser un espacio seguro para el cuidado y la recuperación de la salud enfrenta diariamente amenazas que comprometen gravemente su funcionamiento y la integridad de quienes trabajan allí, así como de los pacientes.


La reciente declaración de la ministra de Salud, Ximena Aguilera, sobre la insuficiencia del presupuesto para cubrir los gastos hospitalarios hasta fin de año, confirma lo que muchos de quienes trabajamos en el sector temíamos: la profunda crisis financiera del sistema de salud es una realidad que está llegando a un nivel incontrolable. Con una deuda hospitalaria que ha crecido un 147% en solo un año, alcanzando los 112 mil millones de pesos, la situación se ha vuelto insostenible.