Alfredo Barriga



Alfredo Barriga

Hay más que ganar por parte de Chile y de su fisco de salir a vender a un mercado de 3.000 millones de consumidores del que hay de pretender cobrar impuestos adicionales por el consumo y las utilidades en un mercado de 17 millones de consumidores.

Con todo, es el discurso más digital que le he escuchado a ningún presidente en su cuenta pública. Y a diferencia de todas las veces anteriores, esta vez la prensa sí recogió las propuestas en estas materias, en especial la Agenda del Futuro. Es alentador, pero aún falta mucho trabajo por hacer, y queda poco tiempo para hacerlo.

Más que dejarlo al arbitrio de cada colegio, nuestro Ministerio de Educación debería aprovecharse de esta coyuntura para impulsar decididamente el uso de celulares en el aula como herramienta de aprendizaje acorde con el mundo donde les tocará desenvolverse a nuestros jóvenes.

Sería interesante que, bajo el auge de estos co-work, se volviera a tomar la Ley de teletrabajo, para que cientos de miles, quizá millones de personas en todo Chile pudieran trabajar desde la comuna donde viven. Sin necesidad de inversiones del Estado ni de empresas como Metro, se ahorrarían cientos de miles de millones de pesos a los trabajadores, a la vez que se descongestionaría el Transantiago en las horas peak. La calidad de vida de esos trabajadores mejoraría ostensiblemente, y la economía de las comunas donde viven tendría un empujón.

Los fondos para la innovación de CORFO deberían focalizarse en estos desafíos. Los dineros del SENCE deberían focalizarse en preparar a nuestros trabajadores para esos puestos de trabajo. Las platas para educación superior deberían financiar gratis solo aquellas carreras vinculadas al siglo 21. ¿Qué sentido tiene invertir dinero de todos los chilenos en carreras que no van a ser demandadas en poco tiempo más?

En vez de combatir las criptomonedas con argumentos que no se sostienen, deberían apostar por este instrumento y crear sus propias criptomonedas, las que podrían ser incluidas dentro de la actual legislación que afecta cuentas corrientes, con lo cual serían privadas y seguras, pero a la vez, trazables.

Como padre de cinco – condición que no tiene ninguno de los diputados de la “bancada estudiantil” – me importa un bledo si hay o no hay lucro en la educación superior. Lo que no me gusta es el costo que tiene. Ni lo que les enseñan. 

Advierten a las empresas detrás de las redes sociales que, si no son más proactivos y creativos en resolver a fondo el problema por su cuenta, están dando pie a que inevitablemente entre la legislación a tratar de resolverlo, con lo cual se podría poner en peligro los beneficios que tienen las redes sociales – que los hay.

Si no nos tomamos en serio el desafío de la revolución tecnológica como nación, las siguientes marchas en la calle no serán de estudiantes, sino de trabajadores y ex estudiantes universitarios que no tienen trabajo ni dónde aplicar unos conocimientos que ya quedaron obsoletos. Sería un contrasentido ocuparnos del presente de nuestros niños dejando de lado su futuro.

Respecto de Alex Smith, “el profesor” seguramente ha leído los thrillers de Stig Larsson, donde la co-protagonista, Lis Salander, utiliza - para hackear a medio mundo - un programa desarrollado por otro super hacker. El nombre del programa de hackeo en el libro es… “Antorcha”.