​De la esperanza a la expectación: por qué el hidrógeno verde no da resultados en Chile

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Francisco Javier Gonzau0301lez Puebla

En la última década, el hidrógeno verde ha sido presentado como la panacea para la descarbonización energética global y, muy especialmente, como la gran oportunidad para Chile. Con una de las mejores radiaciones solares del planeta en el norte y vientos impresionantes en el extremo austral, nuestro país parecía predestinado a encabezar la revolución del hidrógeno verde, no solo como productor sino también como exportador global. Sin embargo, pese a este potencial geográfico natural, los frutos concretos de esta industria siguen siendo escasos y muy por debajo de las expectativas creadas.


La narrativa oficial ha sido consistente: si Chile logra producir el hidrógeno verde más barato del mundo, estaría en condiciones no solo de abastecer mercados locales, sino de posicionarse como uno de los principales exportadores hacia 2040. El plan nacional de hidrógeno verde se articuló con metas ambiciosas de capacidad instalada y financiamiento específico para atraer inversiones y pilotajes industriales.


No obstante, la realidad tangible dista mucho de ese discurso prometedor. A pesar de que existen decenas de proyectos, más de 70, según informes recientes, muchos de ellos siguen estancados en procesos de evaluación ambiental o simplemente no concretan inversión privada significativa.


Este embotellamiento regulatorio y administrativo ha sido destacado incluso por agentes del mercado, quienes señalan que la lenteja burocrática chilena se ha convertido en un cuello de botella que frena inversiones que, en otros países, avanzarían con más agilidad.


Más allá de los trámites, el factor económico es quizás la principal razón de la brecha entre esperanza y realidad. Las proyecciones de costos que hicieron brillar los ojos de inversionistas y analistas, especialmente metas agresivas para reducir el costo por kilo de hidrógeno, no se han materializado con la rapidez esperada. Estudios internacionales ya advertían que Chile, pese a su ventaja competitiva en recursos renovables, enfrentaría dificultades para alcanzar los niveles de competitividad frente a combustibles fósiles u otras tecnologías alternativas.


Esto se traduce en decisiones de inversión más conservadoras, lento despliegue de electrolizadores y una demanda interna insuficiente para escalar producción de manera industrial.


La otra cara de la moneda es la infraestructura y el mercado interno. La visión original de que el hidrógeno verde reemplace combustibles fósiles en sectores como transporte pesado o industrias extractivas todavía está lejos de materializarse a escala. La falta de contratos de compra de hidrógeno a largo plazo (los llamados hydrogen purchase agreements), mercados energéticos maduros para este insumo y una estrategia clara de creación de demanda interna limita la transición desde proyectos piloto hacia cadenas productivas consolidadas.


También hay que mencionar la incertidumbre política. El hidrógeno verde requiere una estrategia de Estado que trascienda ciclos de gobierno y que mantenga incentivos estables para inversionistas. Cuando las señales de política pública cambian con cada administración, el riesgo percibido de invertir a largo plazo, especialmente en una industria con altos costos iniciales, se incrementa, erosionando la confianza en el sector.


Claramente, el problema no es la falta de voluntad ni de recursos naturales. Chile tiene la base y las condiciones para convertirse en un actor relevante en la economía global del hidrógeno verde. Pero la transición de esperanza a resultados concretos exige más que anuncios de estrategia o multitud de proyectos en carpeta. Requiere una combinación de ajustes normativos profundos, agilidad regulatoria, incentivos económicos creíbles y la construcción de mercados internos que puedan absorber la producción. Sin estos elementos, la expectativa que rodea al hidrógeno verde seguirá siendo eso: una expectativa que espera confirmación en cifras reales.


En consecuencia, es urgente que el discurso se reconcilie con la realidad: cumplir metas de descarbonización no debe depender solo de sueños energéticos extraordinarios, sino de políticas públicas coordinadas, estructuras de mercado que permitan la consolidación de esta industria y, sobre todo, resultados tangibles que justifiquen la enorme apuesta estratégica que Chile hizo por el hidrógeno verde.


Dr. Francisco Javier González Puebla

Director Carreras Administración

CFT-IP Santo Tomas – Viña del Mar

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