Como parte de la temporada de recuentos y balances de fin de año, hace algunos días el diccionario Oxford eligió el concepto brain rot como la palabra del año, aludiendo a la “podredumbre cerebral” o “decadencia cerebral” presente hoy en la sociedad como resultado del consumo excesivo de contenidos -principalmente online-, considerados de baja calidad, triviales o poco desafiantes para el razonamiento.
El problema del brain rot es que el acceso a material de baja calidad consume valiosas horas de tiempo y además, afecta el estado mental o intelectual de las personas, siendo aún más grave en niñas, niños y jóvenes en etapa de formación.
Pero más allá de condenar el avance de la tecnología, poner el foco sobre este fenómeno nos abre la oportunidad para fomentar un uso consciente y positivo de las herramientas actuales. La tecnología no es dañina per sé, de hecho la Unesco destaca la importancia de un uso equilibrado y equitativo para niños y jóvenes, con beneficios como el acceso a información y aprendizaje interactivo, el desarrollo de habilidades digitales y la personalización en el modelo de integración de contenidos.
Por eso, la clave no es demonizar, sino que saber utilizar adecuadamente. Por ejemplo, a través de diversos programas guiados por mediadores y expertos en trabajo con niños y jóvenes, es posible dar un giro positivo a la tecnología para que el consumo digital estimule la creatividad, el aprendizaje y el pensamiento crítico, contrarrestando así el impacto negativo de la superficialidad.
Otro punto relevante es el balance. El tiempo en pantalla y el uso de dispositivos electrónicos debe equilibrarse con actividades presenciales que conecten a los usuarios con el arte, la cultura, los juegos, la naturaleza, la resolución de conflictos y el compartir en comunidad. Así, promovemos el desarrollo integral de niños y jóvenes abordando los aspectos físicos, emocionales y sociales, ubicando a la tecnología como un componente más dentro de la ecuación de actividades responsables y significativas en el proceso de formación.
En este contexto, es fundamental recordar lo que señala la psiquiatra Marian Rojas Estapé sobre el impacto de la tecnología en la mente y las emociones: "El cerebro necesita tiempo para procesar y desconectar, para encontrar el equilibrio entre estímulos digitales y la vida real". Este equilibrio es clave para evitar los efectos negativos del "brain rot" y fomentar el desarrollo de una relación más saludable con la tecnología, especialmente en niños y jóvenes, quienes necesitan espacios para conectar con su creatividad, emociones y habilidades sociales de manera integral.
La elección de ‘Brain rot’ como concepto 2024 es un llamado de atención para quienes nos dedicamos al ámbito educativo, y es también una invitación a pensar, proponer y desarrollar formatos más dinámicos y atractivos para adaptarnos a las audiencias actuales y la gratificación instantánea que provocan las redes sociales y la pantalla en general. Podemos utilizar la misma tecnología para crear cambios y lograr que la forma en que nos relacionamos con ella sea útil, provechosa, saludable y enriquecedora para todos.
Antonia Anastassiou,
Directora de Comunicaciones y RRPP de Fundación Mustakis.