​Tensiones de un mercado y el rol del Estado en la economía

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Jaime Gallegos


Hace un par de semanas tuve el gusto de asistir al Palacio de Linares, donde funciona Casa de América, en Madrid, a la presentación de un informe denominado Panorama de la inversión española en Iberoamérica, oportunidad en que pude escuchar -en primera persona- que las expectativas sobre la economía de nuestro país parecían ser mejores que la escuchamos a “este lado del charco”.


Los positivos resultados de las finanzas públicas, que también hace algunos días dieron a conocer las autoridades, y la seriedad y sobriedad con la cual se ha dado inicio al nuevo proceso constitucional, también parecieran permitir tener una mayor esperanza sobre el escenario económico, político y social dentro del cual se desenvolverá Chile.


Sin embargo, en el horizonte han aparecido unas nubes, que esperemos no tengan la fuerza para ensombrecer el panorama local y del globo, en general. Se trata de la falta de liquidez del Silicon Valley Bank, que ha arrastrado a otras entidades financieras norteamericanas, como el Signature Bank, lo cual demandó la intervención de la Reserva Federal de ese país, y el poco promisorio panorama que exhibe el Credit Suisse Bank, que tuvo que ser rescatado por las autoridades helvéticas.


¿Nos enfrentamos a los inicios de una nueva crisis financiera semejante a aquella de 2008? Es de esperar que no, y que la sumatoria de medidas que se adoptaron mediante la Dodd-Frank Act y como resultado de Basilea III se muestren sólidas ante una prueba de notable tensión.


Por lo pronto, las turbulencias que se exhiben el hemisferio norte deben servir de especial llamado de atención a nuestras autoridades regulatorias, en específico a la Comisión para el Mercado Financiero, que por mandato de la ley nº 21.521, que promueve la competencia e inclusión financiera a través de la innovación y tecnología en la prestación de servicios financieros, Ley Fintec, se encuentra inmersa en el proceso de dictación de una serie de normas que permitirá la implementación de esta preceptiva, que admitirá la incorporación de nuevos actores al sistema, esperando que logre un mayor acceso al crédito, pero que, a su vez, implica riesgos ante los cuales se debe ser especialmente cuidadoso, sin que con ello, se obstaculice o se pongan barreras de entrada para un mercado más competitivo.


Todo lo anterior, unido al rol que cumple el Banco Central de Chile, de asegurar el normal funcionamiento de los pagos internos y externos, que ante el escenario global ya descrito podría verse movido a reducir las tasas para proveer de mayor liquidez al mercado, en un contexto en el cual la inflación no aparece del todo controlada, circunstancia que podría llevarle a actuar con menor fuerza o con menor celeridad que la que podría exhibir con un nivel de aumento de precios dentro de los rangos de su meta operacional.


Una vez más, y en un momento tan trascendental como el que estamos volviendo a iniciar, con los primeros pasos encaminados a alcanzar un nuevo pacto social, se hace oportuno preguntarnos por el rol del Estado en la economía, entre uno de corte subsidiario o uno de economía social de mercado, reevaluando diferentes figuras que han actuado en nuestro devenir de los últimos cincuenta años, como por ejemplo, la garantía estatal de los depósitos, como también la adecuada autonomía relativa de entes como el Banco Central y solvencia técnica de los reguladores financieros, entre muchos otros aspectos centrales de la configuración normativa económica.  


Felizmente, en el país tenemos una institucionalidad que se ha ido perfeccionando con instancias como el Consejo de Estabilidad Financiera, el adecuado desempeño de nuestro instituto emisor, y la “convergencia” de las Superintendencias de Valores y Seguros, con la Bancos e Instituciones Financieras, en la Comisión para el Mercado Financiero, entre otros.


Como siempre, se debe procurar transitar en ese justo punto de equilibrio, que ayude crear mejores condiciones para el correcto funcionamiento de nuestro mercado, uno ubicado en la parte meridional del mundo, pero conectado ineludiblemente con los grandes centros globales. Un país que a costa de muchas caídas y levantadas, fricciones y convergencias transita desde un escenario de El peso de la noche a uno más propicio, para una convivencia más sana y de un desarrollo más mancomunado.    


Jaime Gallegos Zúñiga
Doctor en Derecho, Director del Departamento de Derecho Económico de la Universidad de Chile

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