Vade retro reencuentro y progreso

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Luis Riveros 1 (3)

Una de las más grandes aspiraciones asociadas a la preparación de un borrador de nueva Constitución Política para Chile, era que la misma fuese una instancia de reencuentro y unidad nacional.  Efectivamente, como lo pusieron en evidencia los firmantes que respaldaron el llamado Acuerdo por la Paz de noviembre de 2019, la razón de fondo de tanta protesta violenta y destructiva estaba en la insatisfacción con la Constitución que hasta ahora nos rige.  La salida que se dio y que fue ampliamente respaldada en un plebiscito, consistió en generar una Convención Constitucional abocada a la tarea de redactar una propuesta de nueva Constitución, que diera así salida a la insatisfacción manifiesta en las múltiples protestas.  Por cierto en tal escenario y obedeciendo a ese diagnóstico, era de esperar que el mencionado borrador pudiese constituir el camino para el reencuentro del país y la fijación de un nuevo horizonte imbuido de un amplio espíritu de acuerdo.  Naturalmente, nadie podría esperar que la “Casa Común” que debe ser la CPR albergará a todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas, pero al menos debería esperarse que el texto interpretara a quienes (un 80% aproximadamente) respaldaron la realización de la Convención y pusieron en sus manos la importante tarea.


Es cierto, como muchos mencionan, que la protesta en las calles no hacía explícito un sentimiento de frustración con la Constitución vigente, sus reglas y resultados.   En realidad tales protestas giraban en torno a cosas como la deficiente salud pública, la crítica situación de la educación pública a todo nivel, la inseguridad que se vivía (y vive) en la república, y la insuficiencia del sistema de pensiones vigente.  La interpretación que nuestra clase política otorgó al asunto, fue que todo ello podía reducirse a la necesidad de reescribir la Constitución, en la esperanza de que un nuevo texto pusiera las cosas en su lugar, brindando así encuentro y paz al país.   También muchos otros destacan que la Constitución vigente había mantenido “taponeada” las soluciones a los problemas mencionados, desconociendo que las reformas practicadas, especialmente a partir de 1990, la hicieron en verdad un nuevo texto, firmado y promulgado el año 2005.  Sin embargo, se esperaba que todo este debate convergiera al acuerdo que debía instalar la Convención Constitucional.


Al día de hoy, ya con un borrador preparado por esa Convención Constitucional, el país no se considera “reencontrado” ni parecen prevalecer los signos de paz que se esperaba prevalecieran entre los chilenos.  Por el contrario, el país parece estar mas dividido que antes, mientras que el prevaleciente nivel descalificaciones destaca la imposibilidad de encuentro entre dos visiones sobre el proyecto formulado.  Los unos, que pretenden encontrar las bases para un nuevo país en un abierto ánimo refundacional, plurinacional, con regiones y comunas autónomas, con un sistema judicial intervenido por la política y con un Congreso unicameral y un Presidente con disminuidas atribuciones.  Los otros, que prefieren seguir la tradición de un país unitario, con un efectivo Poder Judicial, con un Senado de la República y con una amplia descentralización de las decisiones de Estado en las regiones del país. Estos tampoco comparten la enorme potestad entregada a los pueblos originarios, que contarían con total autonomía, derecho a reclamar todos los territorios posibles y con representación predeterminada en las instancias legislativas.   Definitivamente, no hay lugar de encuentro posible en este diseño de país que se obtuvo del trabajo de la Convención.   De allí el grado de disenso que ha levantado y que en nada obedece al ideal original de un país unido en el que, por sustancial mayoría, se aprobara una Constitución modernizadora y que pueda impulsarlo con fuerza hacia el desafiante futuro.



Un país dividido, y enormemente confrontado, es lo que estamos viviendo como legado de una labor encomendada en el más alto espíritu republicano.   Existe una enorme frustración sobre el trabajo realizado y el producto que estamos ahora juzgando en un nuevo plebiscito.  Dominó más la ideología y los convencimientos a priori, que el sentimiento legítimo de un país que necesita modernizar sus instituciones y afianzar su unidad.  Se ha perdido una gran oportunidad para construir la paz, proteger la democracia y dar lugar efectivamente a mayor justicia social.


Prof. Luis A. Riveros

europapress