Christian Rodiek



Christian Rodiek

Tuvimos que vivir una pandemia para acelerar la digitalización del mundo público y privado, un cambio que implicó inversión en equipos tecnológicos, adopción de nuevos conocimientos y cambio de mentalidad.

Con preocupación y extrañeza nos hemos enterado de las últimas declaraciones del vicepresidente de la Asociación de Notarios y Conservadores de Chile, Carlos Miranda, quien aseguró que a las personas les gusta ir a las notarías, porque les da certeza y seguridad jurídica. “A la gente le gusta ir donde el notario, pero no para hacer cola, sino que para ser atendido y tener una asesoría jurídica”, comentó en un canal de televisión.

Empresas como la nuestra -que trabajan con notarios establecidos y ofrecen seguridad a las personas- se ven impedidas de continuar creciendo más allá de la firma electrónica simple. Y es que el camino para poder trabajar con firma electrónica avanzada está lleno de espinas.

En los últimos días, la Asociación de Notarios y Conservadores ha recurrido a los medios de comunicación para alertar sobre las estafas de personas inescrupulosas que falsifican instrumentos públicos de manera maliciosa, a través de sistemas virtuales fraudulentos.

Grandes líderes mundiales se han reunido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26), en la cual Chile ha tenido una participación importante. Temas como la urgente necesidad de revertir la deforestación para 2030 y controlar la emisión de metano; fijar los precios del carbono para permitir al mercado determinar la cantidad real de las reducciones de las emisiones, por ejemplo, han sido parte de la discusión.

Cambiar la lógica de los notarios, hasta el momento, ha sido complejo. Con un proyecto que lleva 20 meses congelado en el Senado, parece apropiado repensar la forma en que funciona el rubro.