La escasa atención que han tenido en las políticas públicas recientes la educación preescolar y básica, que es donde se decide efectivamente el futuro de los niños, habla de nuestra desatención a lo más trascendente para enfatizar solamente lo “políticamente correcto”, como es la gratuidad de la educación superior.
El tema del centralismo es cultural, y mientras no se adopte un enfoque nuevo en materia educacional, será difícil superar esta visión anticuada y anti regionalista que nos domina desde hace mucho.
Es dudoso que esta reforma abra así una efectiva oportunidad para los jóvenes en mayor desmedro económico: posiblemente estudiarán en universidades de decadente calidad, sin alcanzar la posibilidad real de un “salto social” efectivo.
Los niños, especialmente los más pobres, no ejercen presión política, no marchan en las calles, no amenazan al poder político en modo alguno; pero algo habrá de conciencia y de humanidad para que las prioridades permitan enfocar este tema con la urgencia que requiere.
Es cosa usual que los servicios de inteligencia realicen operaciones encubiertas y acciones de suplantación e introducción de evidencia para lograr un fin positivo mayor, como es el de lograr la condena de los culpables. Pero esto se debe hacer con talento, buena organización, adecuada dirección y eficacia.