Chile es un país marítimo por excelencia. Alrededor del 95% del comercio internacional del país utiliza la autopista oceánica y el 45% de la economía depende de ella, según datos del Ministerio de Defensa. Su potencial en este ámbito es innegable, lo que plantea una pregunta clave: ¿qué nos falta para dar el salto hacia el desarrollo tecnológico e industrial de la construcción naval nacional? La respuesta es clara: el rol activo del Estado.