Hace algunos años, tuve la oportunidad de participar en la Ceremonia del Té. Un ritual japonés milenario que consiste en la preparación y el consumo de este brebaje en fraternidad, como una práctica que promueve la consonancia entre la humanidad y la naturaleza, la calma del corazón y la disciplina mental, con el fin de alcanzar la pureza de la iluminación. La práctica se mantiene en sus formas e intenciones en el Siglo XXI.
El juego, como una acción innata, es un sinfín de oportunidades para el desarrollo sano, especialmente durante los primeros años de vida. Según la neurociencia contemporánea, en las etapas tempranas sentamos los cimientos de nuestra personalidad y estructura de pensamiento, siendo un período autoconstructivo, sensible y decisivo, lleno de posibilidades y esperanza.