El delito de parricidio frustrado —o consumado, si el menor fallece—es considerado uno de los crímenes más graves en el ordenamiento jurídico chileno, sancionado con penas que pueden llegar al presidio perpetuo con un cumplimiento efectivo de entre 20 y 40 años antes de postular a beneficios.
Durante décadas, se ha tendido a encuadrar el abuso sexual como un problema que afecta a mujeres jóvenes, en la cúspide de su vida reproductiva. Sin embargo, el caso de Pelicot evidencia que las mujeres mayores también son víctimas, a menudo invisibilizadas, de una violencia brutal que no se detiene ante la vejez ni el tiempo.