Hace algunos años, tuve la oportunidad de participar en la Ceremonia del Té. Un ritual japonés milenario que consiste en la preparación y el consumo de este brebaje en fraternidad, como una práctica que promueve la consonancia entre la humanidad y la naturaleza, la calma del corazón y la disciplina mental, con el fin de alcanzar la pureza de la iluminación. La práctica se mantiene en sus formas e intenciones en el Siglo XXI.