Según pasan las horas

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Hu00e9ctor Casanueva (nueva)


Observando y analizando la coyuntura, con un poco de mirada prospectiva también, comparto desde mi encierro madrileño algunos comentarios sobre como vamos en la crisis.

Primero, sobre la coyuntura y el corto plazo ya contamos con suficientes datos, análisis de coyuntura, cifras, cuadros, gráficos, disponibles fácilmente en la Web, la mayoría serias y documentadas, como las del WEF, el BM, la OMC, el BID, la CEPAL, la Unión Europea, Bancos Centrales, universidades prestigiosas y centros de estudios. Los sitios como LinkedIn y las redes sociales están casi saturadas de webinars, coloquios on line, conferencias virtuales sobre la pandemia y todas sus aristas, somos invitados decenas de veces al día a inscribirnos, y los académicos y analistas estamos sobredemandados para intervenir como panelistas o conferencistas. Las páginas de opinión de los medios tratan casi solamente de este tema y la televisión no mantiene en vilo con datos dramáticos en tiempo real.

Claro que hay también mucha opinología y especulación frívola, muchos gurúes del futuro y de matinales televisivos, expertos express ( o “marmicoc”, como se decía hace décadas, aludiendo a las populares ollas a presión), tuitteros audaces pontificando o directamente recetando medicinas milagrosas, y bastantes pregoneros de la visión conspirativa. Esta pléyade de nuevos y viejos enterados, se sitúa en una amplia gama entre el misticismo o el catastrofismo terminator.

Segundo, la calidad de los análisis serios, sustentados en datos objetivos y experiencias concretas, es un insumo importante para la toma de decisiones. Lo que aún no tenemos disponible a partir de ellos, son suficientes estudios de tendencias y de escenarios de futuros con metodologías prospectivas. No hubo visión prospectiva antes y no la hay ahora. Hay, eso si, think tanks trabajando en ello, como el Millennium Project sobre los desafíos globales, la OMS y la Cruz Roja de EE.UU. en el ámbito sanitario, y otros de entidades privadas. Pero, por ahora, basados en las evidencias, con realismo sólo se puede decir algo cortoplacista y con una cierta dosis de deseos proyectados.

Con respecto al virus, veamos. La vacuna: hay mas de 40 equipos en el mundo buscando en simultáneo una vacuna, coordinados entre si como nunca antes, y cerca de un centenar de tipos de vacunas investigadas. Algunas, en Estados Unidos y en China, han comenzado a testearse en pacientes. Se ha producido, en esta lógica de competitividad a ultranza en que caímos por sistema, una carrera entre países por tener primeros la vacuna, como una cuestión de prestigio nacional, y también en el caso de las farmacéuticas por el pingue negocio que va a representar. El tiempo estimado para contar con una probada y segura, va de los 12 a los 18 meses. Hay cuatro laboratorios chinos que aseguran que la tendrán lista en septiembre, pero no cuenta con la credibilidad de la comunidad científica.

Sobre la vacuna, la cuestión central será: ¿se considerará un bien público global?, ¿se aplicará a toda la población mundial?, ¿como se haría? ¿qué organismos tendrían a su cargo la vacunación? Como se distribuirá? Y, esencial: será gratuita? Para todos? quién pagará en unos casos u otros?

Tratamiento de la COVID-19: No existe uno específico, se investiga la vacuna contra la TBC que podría revelar algo. También se han testeado en EEUU 12.000 medicamentos y se han detectado 30 de los aprobados por la FDA que podrían ayudar en detener la reproducción del virus en el organismo. Nada concluyente aún. Lo que hay en uso, son las medicinas que tratan los síntomas del ataque del virus en el sistema respiratorio y otros órganos o funciones. Abatir el virus y parar la pandemia, solo será posible detener la pandemia por una combinación de tratamiento específico, vacunación y cambio profundo en los hábitos de alimentación, higiene y comportamiento social. Pueden ser unos dos años.

Salida de la crisis: en efecto, algunos países lo harán más rápido que otros, parando la expansión del virus, recuperando la economía y generando lo que se llama ahora “una nueva normalidad”. Alemania, Corea del Sur, Finlandia, entre otros pueden “salir” antes. Algunos del Este de Europa. China, una incógnita. Taipei si. En Europa Alemania, España, Italia, Grecia están relajando el confinamiento progresivamente. Otros no lo han tenido, o ha sido voluntario. No sabemos el efecto en Africa y en América latina aún, pero si está claro que algunos tienen más fortalezas que otros para enfrentar la coyuntura y salir mejor. Pero lo concreto y que no hay que perder de vista: a) que TODOS saldrán dañados b) que nadie se podrá salvar solo c) que ningún país o región podrá cerrarse sobre si mismo, entre otras cosas porque por mucho que haya un cambio en las cadenas de valor y una cierta desglobalización de la economía y las finanzas, más bien será una re-globalización pero no un retorno a estados-nación feudalizados con un pozo enrededor para detener a los invasores, y tampoco a una pretendida re-industrialización puertas adentro. Las migraciones seguirán siendo un hecho creciente, por lo demás, debido a las migraciones medioambientales.

La “nueva normalidad” en la que todos suponen que entraremos, es un concepto muy ambiguo que de momento solo sirve para connotar que las cosas no serán como antes, pero sin definir escenarios completos de las cuestiones esenciales que deberían ser distintas y, sobre todo, cuan distintas serán. Hay que llenarlo de contenido, si no, será un conjunto vacío sostenido en la obviedad.

¿Quienes serán ganadores y perdedores? En términos de las personas, que es lo que importa, los perdedores serán, en primer lugar, los de siempre: los pobres, los marginados de las oportunidades, los marginados digitales, los migrantes. Nuevos perdedores se suman. Las clases medias emergentes que estaban en el umbral, precarizadas pero luchando por avanzar de la mano de una educación más universalizada y accesible, de unas oportunidades abiertas por políticas públicas de bienestar, un cierto crecimiento del empleo gracias al comercio internacional. ¿Ganadores? Los de siempre, que ya se están acomodando a las nuevas situaciones, algunos sepulcros blanqueados, otros con buenas intenciones caritativas desde la opulencia, otros pragmáticos que prefieren perder algo para seguir ganando el todo.

Pero esto no tiene por qué ser así, siempre que retorne la política con mayúsculas, de la mano y por la presión de una ciudadanía que emergerá más exigente y resiliente, que no se dejará engañar y que se va a movilizar por distintos medios. Es un riesgo cierto, también la movilización ciudadana, porque habrá grupos anarcos, ácratas, antisistema, que tratarán de aprovechar los espacios. Por eso, se requiere ya con urgencia contar con nuevos liderazgos, y la prevalencia de los liderazgos probados en esta coyuntura, como los de las mujeres jefas de estado o de gobierno que han dado una lección de capacidad de conducción y de efectiva acción (Alemania, Nueva Zelanda, Taiwan, Islandia, Finlandia, Noruega, Dinamarca).

Se habla de un cambio en la gobernanza global, supongo que hablamos de un nuevo multilateralismo, pero no es factible si no hay reforma de la ONU, fortalecimiento consiguiente de los OOII sectoriales, revitalización de la integración europea, integración latinoamericana, nueva cooperación internacional, y una visión prospectiva y estratégica en el centro de las decisiones, y respeto a la comunidad científica, más apoyo a los consensos ya alcanzados por la comunidad internacional, como la Agenda 2030, la COP 21, el Pacto Migratorio o los acuerdos de Addis Abebba sobre financiamiento del desarrollo. Pero además, no habrá nuevo orden internacional -quiero decir, mejor orden internacional- si se sigue basando en una relación entre estados soberanos, por esencia irreductibles, e incapaces de llegar a consensos. La emergencia de una “sociedad política global” es imprescindible para construir la gobernabilidad mundial (recordemos a Maritain en su obra “El hombre y el estado”).

¿Cambio Climático? : la evidencia no requiere de mayor demostración, la pandemia ha mostrado un mundo distinto, menos contaminación, vida silvestre en expansión, etc. Pero no hay que crear falsas ilusiones, pues esto se debe a una parálisis de la economía en todas sus expresiones, productiva, de servicios, turismo, transporte, etc. No hay evidencia alguna de que exista, más allá de la retórica o avances parciales, el propósito de gobiernos y empresas de cambiar la matriz productiva y enérgética, y acelerar los tímidos compromisos de la COP21. Sin contar con que Estados Unidos ya se excluyó del acuerdo de París, y Trump niega la evidencia.

O sea, en resumen, todo en suspenso, porque por lo demás, todo el mundo cabalga sobre la coyuntura. Eso si, todos dicen lo correcto y obvio: que el mundo será diferente. ¿Para mejor? Esa es la gran incógnita a despejar.



Héctor Casanueva

Profesor-investigador de las universidades de Alcalá (España), Miguel de Cervantes (Chile) y de Estudios Políticos y Administración de Rumanía. Director del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia. Ex embajador de Chile


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