Sr. Director,
En días recientes escuchamos a un candidato presidencial afirmar que estaría “incluso con aquellos alumnos que tiran bombas molotov”. Más allá de la intención retórica, es indispensable advertir que frases como esa no ayudan en nada a resolver el problema profundo que vive parte del sistema educativo chileno: la violencia que amenaza a estudiantes, docentes y comunidades escolares.
Cuando se banaliza o se romantiza la violencia escolar, peor aún, cuando se incorpora como eje discursivo en un contexto electoral, se desdibuja la gravedad de los hechos. Lanzar bombas molotov, agredir a profesores o poner en riesgo a compañeros no es un gesto político ni un acto de rebeldía legítima: es un delito que puede costar vidas.
Las escuelas necesitan liderazgo, coherencia y límites claros. Necesitan apoyo real del Estado, de las familias y de todos los actores públicos. Y necesitan que el debate político, especialmente en tiempos de campaña, esté a la altura del desafío: construir espacios seguros donde aprender y convivir sea posible.
Convertir hechos delincuenciales en frases efectistas puede servir para ganar un titular, pero nunca para recuperar la confianza, el respeto y la seguridad en nuestras comunidades educativas. En educación, las cuñas no resuelven problemas; las convicciones y las políticas serias, sí.
Roberto Bravo
Director Ejecutivo Líderes Escolares