De vuelta al pasado

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Luis Riveros

La mayoría pensábamos que la guerra fría era cosa sólo de la historia y que sus secuelas, mayormente ideológicas, ya no se constituirían en amenaza para la paz global y la vida humana. Había además terminado aquel infierno del medio oriente después de la invasión soviética a Afganistán de 1979, y se había también terminado con las acciones militares estadounidenses en esa misma región. Aunque persisten casos de guerras defensivas y ofensivas por motivos territoriales, las mismas no revisten ninguna implicancia global ni regional de gran alcance. En esas condiciones nadie podía esperar razonablemente, y más allá del mundo de los expertos en temas internacionales, volver al escenario de los años sesenta en que se sostenían grandes disputas ideológicas que desplegaban ambiciones territoriales tras el control de países o regiones. Sin embargo, estos últimos días, después de la acción unilateral de Rusia sobre Ucrania, el mundo se ha sorprendido por este retorno a las formas y principios de la guerra fría. Muchos análisis de los más entendidos en cuestiones estratégicas y diplomáticas han puesto de relieve las singularidades y motivaciones envueltos en la decisión de Rusia, y en las eventuales consecuencias para el mundo. Pero quienes no somos expertos en esas materias, no podemos dejar de ver a esta invasión y sus graves consecuencias en términos de vidas humanas, como un retorno al salvajismo que rodeó al desarrollo de la guerra fría y a sus significativas consecuencias militares como fue el caso del Sudeste Asiático.

La invasión Rusa a Ucrania pone de relieve la nula consideración del factor humano cuando lo que se antepone son objetivos políticos, estratégicos y territoriales. Ha habido ya un costo aparentemente significativo en vidas humanas, y en cuanto al desplazamiento de población bajo el temor de las persecuciones y de las pérdidas de vida. Nada similar, por supuesto, a los efectos de las políticas de Stalin que llevaron a la muerte a millones de ucranianos producto del hambre. Pero igual, casi un siglo más tarde, la imposición de la fuerza superior de Rusia contra un pequeño y débil país, recuerda esos momentos terribles en la historia de la humanidad. Hoy: una batalla desigual entre un gigante militar y un país pequeño cuya defensa radica fundamentalmente en el coraje de su ciudadanía y en el amor a su patria sometida a un cruel vejamen. Lo lógica militar y el precedente de los años de guerra fría desatan el peor ambiente, que ahora se ha completado con la amenaza nuclear que Putin ha puesto como terrible carta para presionar una salida a su conveniencia. ¿Cómo podría haber una negociación aceptable bajo tales condiciones? Sin lugar a dudas, Rusia se expone al mismo resultado de su acción en Afganistán, como antes lo tuvo también USA en el Vietnam: retroceder en sus objetivos ante la defensa que ofrece el más débil, acrecentada con el orgullo nacional y un fuerte respaldo del resto del mundo. No hay que olvidar que es el humanismo y el respeto a la vida humana lo que está en juego, frente a la arbitrariedad, la violencia y el desprecio al derecho.

Los organismos internacionales han fracasado, aparentemente, en orden a crear condiciones necesarias para un cese al fuego, y la instauración de un diálogo a la altura de una normal convivencia humana. La ONU no tiene respetabilidad ni un marco de acción creíble para instar al diálogo y convocar al resto de la comunidad internacional para ejercer presión en esa dirección. EE.UU. ha dejado de tener peso en estas situaciones debido a un enfoque político basado más bien en una cierta autoexclusión de los conflictos internacionales que no le afecten directamente. La OTAN realiza menudos esfuerzos, así también la Comunidad Europea, pero sin la efectividad necesaria, a pesar de que las medidas financieras y económicas contra Rusia son de gran calado y se convierten en un instrumento efectivo para presionar hacia la paz. Pero todo esto se hace poco efectivo, casi inútil, frente a la obstinación que, como en las grandes guerras que asolaron al mundo, empujan a líderes personalistas a arremeter contra todo lo que se les oponga.

La ONU debiera repensarse, usando este desgraciado evento como punto de inflexión. Deben revisarse sus procederes y la efectividad que debe buscarse para convertirse en una verdadera activa agencia para la paz mundial. Lo importante es que se supere pronto este desgraciado conflicto, y que a partir eso se puedan echar las bases de un renovado y más sostenible sistema internacional.


Prof. Luis A. Riveros

europapress