Movilidad social

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Luis Riveros

A raíz de un controvertido artículo periodístico, se ha generado discusión acerca de la movilidad social originada en el desempeño de la educación pública. Por cierto, eran años en que las instituciones de educación pública constituían la columna vertebral del sistema educativo nacional. Se trataba de Escuelas y Liceos que proveían una buena educación no sólo en el contexto de diseminar el conocimiento, sino también como un efectivo mecanismo de integración a la sociedad. Y no solamente de una integración “mecánica” adaptada siempre al molde del pasado, sino que una educación que proveía instrumentos para incorporarse proactivamente a la necesidad del permanente cambio social. En mi propia experiencia, se trataba de una educación formadora de actores sociales en el más amplio sentido de la palabra, dotados de competencias, diversidad y conocimientos suficientes para proseguir en la tarea de perfeccionamiento, pero también capaces de pensar y actuar en pro de una sociedad en permanente progreso. Eso era la educación pública de la mayor parte del siglo XX chileno, dotada además de profesores formados sistemáticamente para proveer ese tipo de educación: verdaderos lideres que egresaban de las Escuelas Normales y de las escuelas de pedagogía de las universidades. Eran, las escuelas públicas, entidades diseñadas para esparcir una formación consistente con las necesidades de competencias superiores en todos los campos del saber y del hacer, y también ciudadanos plenamente integrados a la sociedad y a su ritmo de cambio. Eso transformaba a la educación pública en un verdadero dispositivo de movilidad social, puesto que abría las posibilidades para una inserción relevante en que cada generación podía superar las metas y logros de la generación antecesora. Era un diseño que lo había pensado los grandes líderes de la educación como fueron Valentín Letelier y Darío Salas, y que desde sus orígenes habían impulsado O´higgins, Bello y Lastarria, junto a tantos otros.

No había sido una iniciativa anodina ni tampoco una producto de una especie de planificación central. La educación pública se desarrolló como una necesaria respuesta a la modernización social que requería un país que impulsaba su progreso material. La movilidad social era un producto de esa educación que posteriormente se desfiguró, perdió su potencia y dejó de ser la respuesta que requería un país en progreso. El necesario aumento en la cobertura se acompañó por una desarticulación del proyecto de educación pública republicano. Y también, necesario es decirlo, para satisfacer los sentimientos que requerían mayor atención a lo privado en esa ola de privatización y angostamiento del gasto público que recorrió a todo el mundo. Lo peor, es que en Chile nunca se retomó la senda de una educación de calidad para todos, independientemente de sus condiciones económicas. A lo más, se llegó a subsidiar un tipo de educación privada para que, curiosamente, compitiera con la educación que preveía directamente el Estado. En este camino de transformaciones, se concibió a la educación pública sólo para los más pobres, se encapsuló no admitiendo la necesaria convivencia que han de tener en la escuela los distintos estamentos sociales, y se desproveyó a la formación escolar de una más efectiva generación de profesores. Además, poco se hizo para modernizar los procesos educativos y para mantener la necesaria estatura que debía proveerse en materia de competencias. Ni que hablar de la desaparición, en toda la educación, de la formación ciudadana y humana que era distintiva de la vocación pública e ingrediente fundamental de una verdadera movilidad social.

La movilidad social era un hecho incontrarrestable de esa vieja educación, que hoy se evoca en ausencia de esfuerzos por reconstruirla en la medida de lo posible. Sólo por esa educación que se entregaba en las Escuelas Públicas y en los Liceos Fiscales, un hijo de un empleado de comercio podía llegar a ser Rector de la Primera Universidad del país y ser objeto de los más altos merecimientos académicos. Y junto con él, muchos de sus compañeros del Liceo Fiscal, podían ser Parlamentarios, Embajadores, servidores públicos de alto nivel además de empresarios y profesionales destacados. Si eso no es movilidad social, en realidad no sabemos de qué se está hablando, a menos que sea sólo repetir los viejos slogans sobre lucha de clases y desmerecimiento de los más pobres.


Prof. Luis A. Riveros 

europapress