Esperar lo mejor

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Luis Riveros

El país ha tomado democráticamente una decisión sobre la nueva administración de gobierno para los próximos 4 años. Lo que ahora corresponde es mirar hacia el futuro, y asegurar que los múltiples obstáculos que se harán presente se puedan sortear con el mayor de los éxitos por parte de la nueva administración. Se enfrentan, a este respecto, dos situaciones que se constituyen en condicionantes para el éxito del Gobierno. Por una parte, existe un país profundamente dividido, en que las dos visiones que han primado sobre la marcha de la sociedad se encuentran muy enfrentadas. En este ambiente, el gobierno debe procurar sentar las bases para que el país se encamine por una senda de mayor unidad, aunque en medio de las naturales discrepancias sobre distintos aspectos de la marcha del país. Este sentimiento de unidad nacional, que no prevaleció en la inspiración de la administración saliente, es un factor vital para que los objetivos que se planteen en distintas materias sean, efectivamente, apreciados como de índole nacional. Sentar las bases para aquello, dentro de las legítimas visiones que la nueva administración trae consigo, es un factor vital para asegurar un futuro de estabilidad y mayor prestancia de la política, aminorando el sentimiento de amenaza que el país ha sufrido recientemente desde este ámbito. Esta mirada es de gran importancia para moderar las expectativas que han surgido como producto del discurso social reivindicativo, en lo que habrá que avanzar en la medida de lo realmente factible.

Tampoco deben perderse de vista los singulares retos que en materia de recursos enfrentará el próximo gobierno, al menos durante sus primeros dos años. Las restricciones económicas y financieras son la segunda condicionante que debe tomarse en cuenta para un avance sólido en las decisiones que se espera adoptar. Es claro que el crecimiento económico de los próximo dos años constituirá una significativa restricción, tal y como lo más restringido del mercado internacional. Pero, del mismo modo, existe una amenaza muy grande en materia fiscal, especialmente considerando la vigente deuda externa y el pago de sus intereses, conjuntamente con un ya aumentado déficit del gasto público. Poco ayuda a mejorar esta situación el pensar reformas tributarias a gran escala, puesto que ellas posiblemente resultarán en un ahondamiento de las restricciones productivas. Tampoco ayuda el intentar acotar el pago de los intereses de la deuda externa, puesto que eso crea aún mayores dificultades para el acceso a los recursos externos., Aquí radica uno de los problemas mayores a enfrentar, especialmente junto al marco inflacionario que está desarrollándose y que se constituye en una amenaza para el nivel de consumo, especialmente de los más pobres. El marco económico restrictivo se hará evidente en la idea de sostener la implementación de profundas reformas en materia de pensiones apoyadas por el Estado y de salarios también dependiendo del ritmo de actividad y de la propia política fiscal. A este respecto, no es una ayuda las amenazas que siente la inversión, ya disminuida, y que se extiende a temas que tienen que ver con la posibilidad de un cambio total y profundo a las reglas del juego vigente por décadas. Habrá que emplear una alta dosis de talento, ponderación y conocimiento, para poder sacar adelante un programa económico activo, que al mismo tiempo no profundice la situación confrontacional y de expectativas que se mantendrá vigente.

Tareas no menores las de lograr sortear con éxito los retos que se presentan a la nueva administración de gobierno. Todos debemos esperar lo mejor, puesto que se trata de nuestro país, donde todos hemos volcado esfuerzos y esperanza, en la perspectiva cierta de mejorar la condición de vida de todos., Por esa razón, cabe desear lo mejor para los nuevos tiempos que se aproximan. Manteniendo la visión de largo plazo tan ausente en muchas decisiones y que han olvidado que el futuro es más de las nuevas generaciones que de las presentes.


Prof. Luis A. Riveros

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