​El impacto de las empresas en la nueva forma de educar

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Komal Dadlani

La educación vive hoy un escenario cambiante, donde escuelas y universidades han tenido que rediseñar sus métodos de enseñanza y aprendizaje en base a un formato híbrido. Aunque en la realidad esto plantea problemas prácticos y logísticos, al mismo tiempo abre un mundo de oportunidades para repensar la manera en la que se enseña y aprende cómo durante el siglo XXI y cómo estamos formando a los profesionales del futuro.

Aunque a primera vista se podría pensar que las empresas no tienen mayor participación en este contexto, lo cierto es que sí cumplen un rol en el mundo educativo de hoy, y no es un rol secundario, sino más bien protagónico, al tener en sus manos la posibilidad de generar directamente un impacto positivo a través de la creación de valor compartido que repercute en el desarrollo profesional de nuestros estudiantes. Sólo hay que considerar que en muchas industrias y países, las ocupaciones o especialidades más demandadas no existían hace 10 o incluso 5 años, y esta tendencia va en aumento de manera acelerada. Hasta un 65% de los niños y niñas que hoy entran a la escuela tendrán un trabajo que todavía no existe.

Los sistemas educativos en todo el mundo estaban fracasando desde antes de la pandemia y seguirán quedando atrás, a menos que cambiemos la forma de enseñar y aprender ciencias ¿Y por qué las ciencias? Muchos de los problemas educativos hoy tienen su origen en la alfabetización científica. No sólo en los niños y niñas, sino también en quienes hoy son adultos y tuvieron una enseñanza deficiente en ciencia y tecnología. La necesidad inmediata y global de entender la ciencia nunca había sido tan urgente como ahora. La aparición de la pandemia por coronavirus es clara evidencia de esto, y si a ello le sumamos los desafíos de la crisis climática, queda claro que es un ítem importantísimo a considerar.

En Chile existe un bajo nivel de alfabetismo científico, en contradicción a lo que plantea la Unesco, que ubica a la enseñanza de las ciencias como un imperativo estratégico para que un país satisfaga las necesidades básicas de su población. Entonces, ¿Qué puede hacer el sector privado al respecto? ¿Cómo crear impacto y aporte real?

Si queremos promover la educación científica, las empresas pueden colaborar en la creación de programas que apoyen a las comunidades, en el financiamiento a planes que impacten exponencialmente o la formación de alianzas estratégicas con startups y emprendimientos que promuevan nuevos métodos y formas de enseñar y que incluyan la entrega de métricas para evaluar los resultados. Incluso las compañías pueden internalizar este apoyo y hacerlo parte del core del negocio a través de políticas de Responsabilidad Empresarial con resultados medibles y cuantificables en el tiempo.

En los últimos años el sector privado ha sumado nuevas metas a su desempeño. Ya no importa sólo la rentabilidad económica, competencia o resultados financieros.. Las empresas del mundo actual tienen metas sociales que, bien definidas y con las herramientas adecuadas, pueden entregarles desde los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) que necesitan a largo plazo y hasta indicadores necesarios para monitorear, ajustar y reorientar los resultados.

¿Están nuestros sistemas educativos preparando a niñas, niños y jóvenes para un mundo impulsado por avances científicos y tecnológicos disruptivos de la inteligencia artificial, la robótica, la biotecnología, la energía limpia o la computación cuántica? Esta es la pregunta que como sociedad debemos hacernos y quienes tienen la posibilidad de tomar decisiones y actuar, vayan un paso más allá y realicen acciones concretas para aportar al mundo que queremos formar a futuro. 



Komal Dadlani,

Bioquímica y cofundadora de Lab4U 

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