Problemas sin pronunciamiento

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Luis Riveros

El país sigue acumulando un severo problema macroeconómico que tendrá que enfrentarse más temprano que tarde. El endeudamiento externo ya casi alcanza a un 40% del PIB, alimentado por la situación de pandemia que hemos atravesado y las necesidades que envuelven los distintos tipos de ayuda que han tomado la forma de bonos y diversas formas de apoyo monetario a personas, familias y empresas. Ciertamente, se ha enfrentado un problema real y posiblemente en forma concordante con lo que permite la situación económica del país. En efecto, aunque muchos aducen a una eventual mala situación económica las protestas que se desencadenaron el 2019, culpando a los últimos treinta años de una cierta situación de vulnerabilidad, la verdad es que la solidez de la economía chilena ha permitido sostener una recuperación económica que, por el lado de la demanda agregada, fue apoyada por un ingente gasto fiscal. Ahora se ha decidido continuar con la vigencia de un significativo paquete de ayuda gubernamental hacia fines del año, a pesar de las advertencias de que eso parece un exceso sobre todo porque no se ha focalizado en los más necesitados. Todos sabemos, además, que la existencia de estos apoyos financieros del Estado ha debilitado el empleo por el evidente déficit de trabajadores disponibles, lo cual ahora es ratificado por esta nueva decisión de política económica.

La política fiscal ha sido en extremo generosa, con ello se ha generado un déficit que se estima en alrededor de un 7% del PIB. Esto ya empieza a poner cierta presión sobre los precios y llevará a una política monetaria que seguirá constituyéndose en un freno a la inversión, variable que gustaría a todo el mundo verla en fuerte expansión. También como resultado de las múltiples amenazas que emanan del escenario político vigente, la inversión no está tomando el papel de liderazgo que amerita la presente situación económica de Chile. Pero además, la significativa deuda externa que el país ha ido acumulando, y que proyecta una situación preocupante hacia el mediano y largo plazo, también emite señales de alarma que afectan a la inversión. Todo esto, en un escenario en que el debate político toma con extrema liviandad lo que avizora la situación económica, y desde allí se repiten mensajes destinados a sostener una política de expansión del gasto. Para ello habrá siempre buenas razones, pero los políticos deberían meditar sobre el escenario de largo plazo que se está construyendo en base a las tendencias observadas. Por el contrario, desde este mundo se emiten mensajes favoreciendo un mayor gasto, criticando al gobierno por no ser más “generoso” y edificando un mundo de expectativas que chocarán más adelante con una dura realidad de escasez.

Los fondos de pensiones son un atractivo muy importante para las agendas políticas. Por una parte, porque el populismo transversal en esta materia está validando la propuesta de un cuarto retiro, a pesar del impacto a largo plazo sobre las pensiones y que la economía no estará en condiciones de asumir. Aspirantes presidenciales abogan por la “nacionalización” del total de fondos ahorrados, sobre la base de la peregrina idea de constituirlos en un capital nacional administrado por un ”ente”, cuyas reglas, composición y dependencia permanecen en severa indefinición. Una candidata ha dicho, a este respecto, que los “haya que expropiar, se expropiará”, constituyéndose, junto al proyecto de ley avalado por otra candidata y seguido en distintas versiones por varios otros, en una amenaza severa sobre los ahorros que por años han acumulado miles de trabajadores. Este modelo de nacionalización de los fondos de pensiones, que emula lo acaecido en otros países, no se sostiene sino en la peregrina de idea de dotar de mayor cobertura al sistema previsional. Pero al final, solamente se une al conjunto de señales de inestabilidad y poca credibilidad que se avizora en materia de política económica. Se resta credibilidad a la economía chilena, se afectará el mercado financiero, de perjudicará a las pensiones, todo ello junto a un enorme deuda fiscal, cuyos intereses nada más serán una porción significativa del producto. Hasta ahora, no se observa una discusión seria sobre este problema que estaremos legando a las futuras generaciones.

Nuestros políticos podrán seguir pretendiendo que este problema no existe, y recitar fórmulas que, se argumentará, serán la salida a todo problema tanto financiero o fiscal como distributivo. Se recurre así a la ignorancia del ciudadano medio sobre estos complejos tópicos económicos. Pero será también el camino a una gran y creciente desazón, especialmente cuando las generaciones más jóvenes demanden explicación sobre el actuar que en el presente se ha tenido sobre su futuro y la evolución económica y social de Chile.


Prof. Luis A. Riveros

europapress