​¿Confiar en la Constitución en construcción?

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Gonzalo Jimenez

¿Podemos confiar en el proceso de deliberación y acción colectiva de la Convención Constituyente? Esta es una pregunta que incesantemente se esconde y se asoma en muchos de nuestros pensamientos actuales, sacándonos del presente inmediato. Eso ocurre, cuando algunos intentan sofocar la desesperante ansiedad de no contar con respuestas definitivas con la certeza de la ideología, siendo fácilmente poseídos por el temor más abyecto o alternativamente, abrazando un optimismo voluntarista.

Mi experiencia de casi 30 años como facilitador de procesos de cambio estratégico y la consistente intuición derivada de la misma, me dicen que el resultado de la Convención Constituyente dependerá principalmente de tres factores clave: la profundidad de las convicciones democráticas de los participantes enriquecida con el mix de talentos aportados por cada uno/a de los 155; del proceso mismo de comunicación, colaboración y coordinación entre estos actores; y del debido respeto, respaldo y acompañamiento de los stakeholders externos.

Como en cualquier equipo de trabajo, en el caminar juntos que ya han iniciado, se irán -y los iremos- conociendo. Resulta inevitable que pasen por el clásico proceso de: forming-storming-norming-performing, que caracteriza la adaptación mutua y el establecimiento de condiciones de convivencia y desempeño de un grupo humano. Este proceso no puede estar exento de turbulencias, y ¡menos aún al reunir tan asombrosa diversidad!

También, hay una cierta expectativa de intensidad, al haber atraído mucha gente comprometida, jugada, que en su mayoría ha dado testimonios de vida de su capacidad de lucha por sus convicciones. Aunque éstas no coincidan necesariamente con nuestras percepciones históricas, sensibilidades éticas y preferencias estéticas; sin por ello, cuestionar la legitimidad de las propias o ajenas. Por todo esto, presiento que aún nos queda mucho por sorprendernos en este proceso de cambio acelerado, continuo y altamente complejo.

Mis recomendaciones para estos momentos son bastante similares a las que hago a familias empresarias, directorios corporativos, líderes de organizaciones y directivos de instituciones económicas y sociales, al inicio de todo proceso estratégico que implica transitar a un nuevo orden de cosas: abrazar decididamente el cambio. Ese es el momento en que lo nuevo no ha nacido y lo viejo no acaba de morir, y para el cual podemos inspirarnos en el sentido temporal de la existencia humana del Budismo; sin desatender las tácticas del marxista italiano Antonio Gramsci.

Propongo darnos la libertad de suspender temporalmente nuestros juicios emitidos por el piloto automático llamado ego. Sugiero “negociar” con nuestra mente para esencialmente bajar ansiedades y comenzar a vivirlo como un proceso no lineal, iterativo y altamente interactivo, en que cada uno de nosotros es un factor de capital social que puede contribuir desde la serenidad, la participación y la aceptación libre y consciente a la construcción de un nuevo pacto social.

Recordemos el círculo Enso que, según la tradición del Zen, tiene como una de sus principales características que nunca está cerrado. Una ligera abertura le permite no solo expandirse al infinito, sino también hablarnos de los ciclos, de lo no dual y la integridad en lo incompleto. Ese círculo se completa con nosotros y los otros, y con los artefactos (sociales, económicos, institucionales, políticos y legales) que en conjunto podamos co-construir.

Si la gobernanza es una gran conversación, necesitamos propiciar y resguardar en esa nueva constitución y en la convivencia cotidiana “la colaboración”. Serán dinámicas colaborativas las que nos permitan que confluyan pensamientos, creencias, principios y expectativas, sin negar nuestras diferencias.

Si entendemos el proceso constituyente como una co-deriva de conversaciones recurrentes, la transparencia, la visibilidad y lo accesible que esté para la ciudadanía todo el proceso es esencial. No solo para hacer fiscalización o generar accountability, sino porque todos los ciudadanos somos parte de ese co-diseño que emergerá.

Tener confianza en lo incierto y dejar que la estrategia emerja sin un diseño central deliberado, puede ser contraintuitivo, pero es posible ¡La Mano Invisible de Adam Smith se trata justamente de eso!

Reconozcamos entonces la responsabilidad que tenemos al ser parte del proceso de construcción de la nueva Constitución. Segundo, respetemos los tiempos y contribuyamos a cuidar la calidad del proceso. Tercero, aceptemos que no tendremos respuestas finales, el producto que logremos surge en un tiempo de transiciones, por lo tanto, deberá seguir mejorando en las sucesivas etapas de la implementación junto a los nuevos cambios que juntos decidamos que queremos vivir en el presente continuo, transiente y reflexivo que constituye la esencia de nuestra existencia.


Gonzalo Jiménez

CEO Proteus Management & Governance,

profesor de ingeniería UC & CGCUC

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